"Ajá & Ojú"

carmen Oteo

Soltar lastre

Hace poco un poeta amigo anunciaba que ponía en venta su biblioteca. En Facebook, por si alguien pudiera estar interesado, fotografiaba sus libros que superan los seis mil volúmenes reunidos a lo largo de más de treinta años, algunas primeras ediciones, colecciones de revistas literarias y, escogida, la mejor narrativa, filosofía y poesía. Precio a convenir, concluía su anuncio.

Si el anuncio sorprendía, la respuesta fue de lo más previsible. Cierto tono trágico se impuso en los comentarios del tipo no me lo puedo creer, lo siento mucho, no puedo entenderlo, España no cuida a sus mejores hijos, qué pena, etc. Los más osados pedían explicaciones. La biblioteca, como no podía ser de otra manera, se vendió en horas. El revuelo por la venta continúa.

Sé que algunos autores bibliófilos hacen limpieza de vez en cuando y venden una buena partida de libros para hacer sitio y que quepan los que han de venir. Digamos que los devuelven al río de la vida para poder seguir pescando.

Estamos acostumbrados a la vanidad que alimenta toda biblioteca, a las palabras que póstumamente sueñan con oír los que llevan toda la vida acumulando libros: "Dejó a su muerte una importante biblioteca de miles de volúmenes que donará a…".

Yo compro incansablemente libros y los presto y los pierdo y los trato con cierto desdén una vez leídos salvo contadas excepciones. Están desordenados por toda la casa. Me da miedo aferrarme a ellos. Es muy fácil caer en el sentimentalismo de las cosas, creer que nos devolverán a quienes quisimos, que forman parte de nosotros mismos, que nos traicionamos si nos deshacemos de aquello que nos enseñó a vivir. Es inevitable pensar que las cosas que nos gustan son consuelo y refugio de los sinsabores de la vida. Es fácil dejarse llevar de la mano de las cosas y pensar que son indispensables.

Llevo toda la vida luchando contra la enfermedad del coleccionismo porque la he tenido muy cerca y me ha hecho sufrir. Las cosas deben estar por detrás de las personas y de sus necesidades, nunca por delante. Las cosas nos deben hacer más felices, no más esclavos.

Saber soltar lastre, estar pendientes de lo que hacemos y no de lo que dejaremos, determinar en cada momento lo prioritario, conseguir una biblioteca de libros propios escritos por uno mismo. Saber llegar a la esencia de las cosas sin necesidad de poseerlas, es mucho más complicado, más sabio que conservar una biblioteca.

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