Tribuna cofrade

Susana Esther Merino Llamas

Ahora que Dios nos está hablando…

Vaya por delante el aclarar que no es que piense que Dios permanece callado y hasta ahora no ha alzado su voz, ya que lo hace constantemente  en cada uno de los instantes de nuestras vidas. Aunque sí podemos apreciar cómo lo que a veces parece un susurro ahora es un grito en toda regla emanado de los mismos labios del Señor.

Cierto es que desde el Cielo vemos cómo se nos pone a prueba en infinidad de ocasiones (en algunos casos las pruebas del Altísimo son directamente auténticas gymkhanas). Pero la situación que nos está tocando vivir con este maldito virus, que vaya usted a saber el cómo, el cuándo y el porqué (parafraseando a Camilo Sesto en su “Getsemaní”) de su existencia, a los que nos llamamos cristianos y cofrades nos está llevando a demostrar ahora más que nunca esas cotas de madurez de los mimbres con los que estamos forjados.

Y es que ahora que Dios nos está hablando plantándose cara a cara delante de cada uno de nosotros, nuestra respuesta se está convirtiendo en una demostración de saber buscar el rato para la oración, para hacerle llegar nuestro amor al prójimo y  para trabajar por la solidaridad con el que más lo necesita en estos precisos momentos. Desde la oración que alzamos cada mañana, con esas plegarias elevadas a Nuestros Sagrados Titulares pidiéndoles que nos guarde de todo mal, o bien participando de las misas diarias que gracias a nuestro clero y a las nuevas tecnología se retransmiten por vía multimedia, hasta las Diputaciones de Caridad que no han escatimado en alzar la voz de alarma para socorrer voluntariamente a aquellos que están solos y necesitan que vaya alguien a, por ejemplo, traerles algo tan simple y tan necesario como una barra de pan o alguna medicación de la farmacia.

Desde nuestras hermandades cada vez se está trabajando más y mejor en el aspecto social, pero lo que está meridianamente claro es que en estos días se está calibrando cómo somos capaces de atender a la llamada de Dios sin pensárnoslo dos veces. Creo que este tipo de acciones lo que están haciendo es demostrarnos que la Cuaresma y la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo se puede llegar a experimentar desde el prisma de la empatía hasta llegar a saber coexistir y convivir con la realidad más dura.

Pero todo esto no está reñido, porque lo contrario sería anti natura en la esencia de un corazón puramente cofradiero, con el hecho de tener que hacer un esfuerzo emocional (para muchos casi sobrehumano) cuando topamos con la cruda realidad de tener que conjugar el verbo reflexivo “resignar”. Nos está costando trabajo, precisamente, resignarnos a no poder dejar un beso de devoción sobre los pies de nuestros Cristos y las benditas manos de nuestras Dolorosas que aún quedaban en nuestra hoja de ruta, o a no disfrutar de cómo nuestras Sagradas Imágenes son trasladas a sus pasos de salida, o a no vivir esa catarsis de emociones bajo el antifaz nazareno que cubre tantas y tantas promesas calladas… en definitiva, a no sentir hasta en los tuétanos la gloria que se derrama en estos días santos.

Por eso, cuando oigo o leo lo alusivo a esa petición de Magna que se está llevando a cabo, pienso que cuando llegue su momento (que llegará sin duda alguna), estaremos, yo la primera, todos dispuestos a emocionarnos y a sentir lo que parece que ahora se nos ha arrebatado del mismo alma. Estoy más que convencida que viviremos acciones de gracias, besamanos y besapiés o algún que otro desfile procesional.

Pero antes de todo eso, no perdamos el rumbo y el norte de la magnífica labor de quilates que nuestras hermandades realizan en estos recios momentos porque ahora, más que nunca, Dios nos está hablando.

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