Suspensos

Que los alumnos puedan pasar de curso sin límite de suspensos va a degradar de forma vergonzosa la enseñanza

La ministra de Educación ha decidido que los alumnos puedan pasar de curso sin límite de suspensos. Es una medida muy extraña y que parece muy difícil de sostener en alguien que se proclama firme defensora de la enseñanza pública (aunque la ministra Celáa, por lo que sabemos, llevaba a sus hijas a un colegio concertado de monjas). Se suele decir -erróneamente- que los problemas de nuestra enseñanza son problemas económicos porque faltan recursos y faltan incentivos para los profesores. Y es cierto que los profesores están mal pagados y sufren un vergonzoso descrédito social, pero el principal problema de nuestra enseñanza son sus gestores y sus supuestos "expertos". En primer lugar, los pedagogos que quieren convertir las aulas en centros recreativos donde los alumnos tan sólo deban aprender a ser felices y a ser "motores del cambio" (sea eso lo que sea). Y en segundo lugar, los políticos como Celáa que hacen una gestión puramente electoralista de la enseñanza.

Esta medida va a degradar de forma vergonzosa la enseñanza. Perjudicará a los alumnos que todavía se toman en serio estudiar, y más aún si pertenecen a familias humildes que no tienen más esperanza de futuro que adquirir una buena educación. Y aparte de eso -que ya es muy grave-, destruirá la labor de los miles de buenos profesores que se dejan los cuernos intentando enseñar a sus alumnos. Es tan simple que da vergüenza repetirlo, pero ¿para qué van a estudiar los alumnos si pueden pasar de curso con una montaña de suspensos? ¿Y para qué debe molestarse el profesor en preparar sus clases, si al final da todo igual?

He leído que esta medida es un subterfugio para sortear las imposiciones de la Unión Europea, que nos exige -con razón- mejorar nuestros pésimos resultados educativos a causa del abandono escolar (y encima en el país con más paro juvenil de Europa). Pudiera ser, pero la izquierda que dice defender con uñas y dientes la enseñanza pública es la que ha tomado más medidas destinadas a destruirla. Empezando, por supuesto, por su apoyo a las políticas de inmersión lingüística en Cataluña, Euskadi, Galicia, Navarra, Baleares y Valencia (la mitad del país), lugares donde montones de alumnos que no conocen bien una lengua deben recibir la enseñanza en esa lengua que no conocen ni ellos ni tampoco muchos de sus profesores. Vienen malos tiempos.

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