EL catamarán de la actualidad me trae hoy a estas aguas para poner a caldo a Calderón. Sí, no puedo reprimirme más, por mucho madridismo incondicional que corra por mis venas o tal vez es precisamente por eso. El penúltimo engaño de Ramón Calderón a medio país, o sea, al madridismo, es anunciar que va a acudir al Tribunal de Arbitraje Deportivo, el TAS, para conseguir que le den la razón y poder inscribir en competiciones europeas a sus dos últimos fichajes invernales, Lass y Huntelaar. Estamos ante otra huida hacia adelante del personaje que más daño le está haciendo a la imagen del club hasta ahora más importante del mundo. La estatua de Calderón en plenas Ramblas de Barcelona está cada vez más cerca. No es suficiente el ridículo que viene haciendo este individuo funesto que ahora, tratando de lavar su imagen a la desesperada, quiere echar la del Real Madrid aún más por los suelos con un recurso cuyo final es un rechazo anunciado. Más dinero del club a la basura, como aquellos votos por correo que llevaron a la entidad a un período oscuro que no maquillan dos ligas ganadas sin enamorar a la afición. El TAS es el recurso de los desesperados y el Madrid ha entrado en ese club de dudoso honor porque tiene un presidente que hace lo que le da la gana y nadie le para los pies. La última gran chapuza de su mandato va a seguir enterrando más de un siglo de gloriosas páginas, de saber estar, de clase y señorío. Luego, cuando el TAS falle en contra del Madrid, seguirá buscando culpables, seguirá huyendo hacia adelante como hace cada vez que el equipo gana por la mínima y de chiripa, sacando pecho como si un buen traje o una camisa a medida fuese suficiente para ser presidente de un club que, definitivamente, a un tipo así le viene muy grande.

Y encima, en el Barça, Messi haciendo las delicias y Laporta, comedido. Qué envidia.