Sin ánimo de lucro ni de molestar al más pintado, lo cierto es que lo del sarcasmo variopinto de ciudadanos saturados de gilipolleces parece que sigue viento en popa. El mejor ejemplo, el futuro presidente de Tabarnia. En tiempos de chirigotas y de carnavales necesarios como nunca, y con más poder que siempre, lo mejor es hacerle caso a este tipo de locos cuerdos que dicen verdades como puños sin otra intención que la de ser el pícaro del Siglo de Oro en tiempos del siglo de las cajas 'b' y de los tesoreros inculpados. Albert Boadella inspira confianza. Da ganas de vivir y es capaz de hacer pensar. Y dado que nuestra querida crisis de valores está generalizada, se puede llegar a pensar que la cordura se haya ido de vacaciones, acostumbrada como está a ser infiel amiga de los malintencionados. Eso que, cada vez, hay más argumentos para intentar una infidelidad y despedirnos de ella con un hasta nunca. No caerá esa breva y mucho nos tememos que seguiremos amancebados, porque nadie quiere cambiar las cosas ante tanto politiquillo de andar por casa. Estaría bien que los poderes fácticos empezaran a replantearse sus funciones. Que quienes tienen fuerzas y ganas, y son potenciadores del 'status quo', sean capaces de reflexionar. Que los González Byass, los de las cooperativas de viviendas, los siempre admirados reyes amigos asociados, los de la Unión de Hermandades, algún que otro empresario emergente o los de los restaurantes liderados por Juanito, den un puñetazo en la mesa y hagan una declaración de intenciones. Desde el exilio, desde la diáspora o desde las convenientes usurpaciones de personalidad y siempre a través de una videoconferencia y con el apoyo de las enseñas nacionales, regionales y locales para darle aire de oficialidad. Un soplo de aire fresco ante tanto olor nauseabundo. Hacen falta adalides de la ilusión. Y un loco cuerdo que de ruedas de prensa. Más de uno, nos ofreceríamos.

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