El 24 de septiembre del año que se acaba propuse un Plan C para Cataluña consistente en utilizar la retórica del derecho a decidir para descomponer el mito de la Gran Cataluña. La propuesta cada vez más viral de crear Tabarnia, esto es, un territorio que se independizaría de la república independiente en base a la pura legitimidad del voto constitucionalista de su censo es, al pie de la letra, lo que yo proponía. Proponía -les resumo- coger la fuerza del contrincante, como un judoka, y utilizarla a nuestro favor. En el mismo momento en que la demagogia hueca del derecho a decidir y de las urnas a tutiplén se imponga, […] reconocer el derecho de autodeterminación por comarcas, pueblos, barrios y calles. Incluso la retórica más ridícula es redonda e invencible si se vuelve contra el que la sostiene. Si el marco de la soberanía que marca la historia y la ley, que es España, puede trocearse a gusto de los nacionalistas, ¿por qué no va a poder fragmentarse el neomarco de la postsoberanía pseudocatalana?

Ellos quieren convertir la soberanía española en una fondue de queso y podrían encontrarse con un queso gruyère. Hay, además, fundamentos estéticos: si las raíces del soberanismo son vergonzantemente feudales, que se encuentren con orgullosos condados y señoríos güelfos de todos los colores. El escudo heráldico de Tabarnia, sin ir más lejos, es precioso. Habría hecho las delicias del Chesterton de El Napoleón de Notting Hill. Pero hay, sobre todo, un fundamento moral: España no tendría que dejar que ningún centímetro cuadrado habitado por ciudadanos españoles orgullosos de serlo fuese abandonado a su suerte. Si hay que pasar por los horcas caudinas del derecho a decidir, se pasa, pero a base de bien, milimétricamente.

Reconozco que Tabarnia es todavía mucho mejor de lo que me imaginaba, sin faltarle al Valle de Arán, tan romántico. Tabarnia recoge la zona más moderna, viva, urbana y rica de la actual Cataluña, dejando la tabarra nacionalista bastante contrariada y expuesta por el contraste. Tiene la indudable legitimidad de su voto absolutamente mayoritario por España y la Constitución. Muestran la inteligencia de defender el activo doble de su bilingüismo. Las balanzas fiscales se inclinan a su paso. Y sus promotores han encontrado el tono justo entre la seriedad y el humor, la advertencia y la ironía de forma magistral. El Plan C se ha puesto en marcha.

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