La ciudad y los días

carlos / colón

Tahúres

LAS portadas de las ediciones digitales de los principales diarios catalanes dejaban chica, ayer a media tarde, las de la prensa franquista cada 18 de julio. Un delirio nacionalista que mezclaba por igual la manipulación de la historia y la de los sentimientos. Confundir con mentiras o medias verdades y emocionar apelando a la memoria de las supuestas humillaciones sufridas durante siglos, a la vez que se exalta a los supuestos héroes, suele dar buen resultado cuando desde el poder se utilizan todos los resortes de la propaganda nacionalista. Y en Cataluña los ciudadanos han dado casi siempre el poder a los nacionalistas con o sin piel de cordero.

Tras Tarradellas (1977-1979) que no era independentista, Pujol gobernó durante 23 años (1980-2003) y Mas durante cuatro (2010-2014). A ellos hay que sumar la ambigüedad del PSC con Maragall y Montilla (2003-2010). Desde 1980 hasta hoy los planes de enseñanza catalanes y la propaganda difundida desde la Generalitat, a través de sus propios medios o de los privados con fuerte dependencia económica de ella, ha convertido a varias generaciones de catalanes en nacionalistas independentistas más o menos de salón. Porque una cosa es echarse a la calle gritando independencia y otra asumir las consecuencias reales de enfrentarse al Estado de Derecho.

Desgraciadamente del juego (la famosa presión negociadora) se ha pasado a la realidad. Está claro que a Mas se le han ido las cosas de las manos. Del toreo de salón lo han tirado al ruedo. Los escándalos de corrupción que tan gravemente señalan a la dinastía Pujol obligan a tapar las vergüenzas con más nacionalismo. No se equivocó el doctor Johnson en su conocida definición del patriotismo. ERC no tiene empacho en llamar a la desobediencia civil si el Gobierno veta la Consulta. Los nacionalistas anticonstitucionalistas tienen siempre los ases en la manga. Si se transige para evitar el conflicto se crecen gracias a la impunidad. Si se actúa legítima y constitucionalmente se crecen gracias al victimismo.

Ganan siempre porque buscan lo que todo político democrático pretende evitar: el enfrentamiento. La actitud de Cataluña tendrá la salida que tenga. Ojalá no sea la más traumática: la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Pero pase lo que pase no debería olvidarse la deslealtad anticonstitucional de Cataluña y su cobardía al aprovechar la peor crisis vivida por España para abrir el frente independentista.

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