Temporada de títulos titubeantes

Estamos haciendo máster en másters. Así es la actualidad, ¿no hicimos todos un B1 en catalán a costa del procés?

Poner el ventilador, cuando te acusan de una corrupción o una mentira, es táctica de baja intensidad moral. Se excusa en el "mal de muchos, indulto de todos". Bloquea la autocrítica. Impide la petición de excusas. Sin embargo, hay que reconocerlo, el ventilador resulta refrescante. Pone a correr el aire. Desenmascara muchas hipocresías. Desmonta demagogias. Expone imposturas. Y, encima, parece que termina siendo eficaz.

Gracias al máster de Cifuentes, estamos aprendiendo mucho de los currículums de unos y de otros. Estamos haciendo un máster en másters. Así es la actualidad, ¿o acaso no hicimos todos un B1 en catalán a costa del procés?

Ya hemos escrito aquí que lo grave no es sólo el engaño ni nada más que el engañador, sino los engañados. Damos demasiado crédito a los créditos. Como el andar se demuestra andando, el saber se demuestra pensando; y aceptar que alguien está preparado por ir con un diploma (falso o verdadero) debajo del brazo es un error de bulto.

Hay muchos matices entre unos casos y otros, que no me caben en este artículo, y hay una cuestión paralela que tiene su miga: aquellos que pusieron en su currículum una falsedad, pero luego la quitaron. Se diría que el arrepentimiento a tiempo les redime, pero, cuidado, que también arroja luz sobre la cuestión y nos sirve para entender qué pasa. El currículum hace falta al principio, para aportar una ventaja competitiva cuando nadie es especialmente conocido. Sirve para los primeros escalones de la carrera profesional, para la primera fase de la selección de personal, para conseguir, pues, puestos intermedios. A medida que uno asciende en la organización, se individualiza más y le hace menos falta, por un lado, un título particular y, por otro, está más sometido a la lupa pública. Es el momento de corregir errores y prevenir.

La mentira ya no renta. Por eso, desde la actualidad no se entiende tanta impúdica impostura. ¡Pero es que falsearon los currículums antes, cuando sí rentaba! Y esos títulos se les colaron en la mochila, muy a su pesar ahora. Eso, y la inflación propia de la necesidad compulsiva de presumir, nos ha llevado a esta situación de títulos titubeantes por doquier.

No sé si esto acabará con una reflexión profunda sobre la importancia del conocimiento y el trabajo auténticos, pero, al menos, probablemente, nos estamos vacunando contra la titulitis. Y yo estoy a favor de todo tipo de vacunas.

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