Hablando en el desierto

FRANCISCO / BEJARANO

Tiempo de penitencia

Todos tenemos razones sobradas para hacer penitencia, y no piensen ustedes que la penitencia es algo ajeno al hombre de nuestro tiempo y al tiempo mismo, o que pertenece solo al mundo religioso. Hay una prueba: estamos solos, tranquilos, mientras los pensamientos vuelan, y, de repente, un recuerdo se detiene y nos daña. Un rincón interior necesita adecentamiento e higiene. Hemos sabido poco a poco la importancia de preservar al menos una parte limpia y decente en nuestro interior para tener algo que ofrecer a los demás. La penitencia no es más que limpieza periódica, higiene elemental, aire fresco, sol y claridad, juventud y belleza, salud en suma, después del invierno que nos mantiene encerrados y nos hace palidecer. "Ya el invierno de nuestra desventura se ha transformado en ardoroso estío…", diremos con el duque de Glouscester, antes de ser Ricardo III, que también recordar a Skakesperare ayuda a la limpieza del alma.

La palabra penitencia no gusta a los laicistas por sus matices religiosos, pero la limpieza anual debería obligar moralmente a creyentes e incrédulos, llámesele con el eufemismo más estúpido que la corrección política haya dispuesto. Y en verdad obliga, pero nunca como las leyes morales progresistas, con una policía para detener a los pecadores convertidos en delincuentes, sino con la propia conciencia. Me dirán que la conciencia se puede manipular y crearnos sentimientos de culpa sostenidos en el vacío. Sí, pero en mentes pobres y hasta cierto punto. Hay una moral natural, universal, de difícil manipulación, aunque nunca podremos estar seguros: piensen en cómo el nazismo hizo del mal un bien. Con todo, la miseria moral suele hacer presa antes en la indigencia mental que en el pensamiento educado.

Por todo ello es muy de desear el hacer un esfuerzo para domeñar los instintos, las malas pasiones y los deseos desordenados. Lo agradecemos luego porque nos sentimos más libres y dueños de sí. Y el cuerpo, que es el continente del espíritu, lo agradece en un mejorado aspecto externo, como si hubiéramos extremado el respeto a los demás presentándonos con más amable apostura. No dejen de hacer penitencia, se llame como se llame en la corrección civil, arruinadora del lenguaje, pues penitencia es todo lo que cuesta trabajo para lograr un buen fin y arrinconar en la memoria algunas torpezas del pasado, como ya perdonadas por el ejercicio de la voluntad y el deseo de olvido.

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