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Tierra de Nadie

Alberto Núñez Seoane

"Sólo lo que tenemos..."

ESCRIBÍA Marco Aurelio en su obra 'Meditaciones' -cuya lectura recomiendo fervientemente, eso sí, sólo a los que quieran cultivarse y aprender-, que "sólo nos pueden quitar el presente, porque es lo único que tenemos". Una de esas verdades que, si alcanzásemos a tener la sabiduría suficiente para adoptarlas, nos harían la vida más fácil y sobre todo bastante más satisfactoria.

En efecto, no 'tenemos' el pasado: queda fuera de nuestro alcance, sobrepasa cualquier sometimiento a nuestra voluntad. No podemos cambiarlo, no podemos alterar ni un solo ápice de lo que ya ha sido, ni una humilde milésima de segundo de lo que fue; no podemos influir, en ningún modo imaginable, sobre él, aunque él si lo hace sobre nuestro presente, que "es lo único que tenemos".

Tampoco podemos 'tener' lo que está por llegar. Tenemos la capacidad de condicionarlo, en función de las decisiones que tomamos, y de las que no tomamos también; pero lo venidero tiene siempre un grado de imprevisible que queda, por completo, fuera de nuestros limitados posibles.

Habida cuenta de lo expuesto -y siguiendo las deducciones de Marco Aurelio-, no nos queda más que el presente. Un presente siempre efímero, volátil, fugaz… La fracción de tiempo en la que pensamos, y tenemos la conciencia de ser, se transforma en pasado a la fracción siguiente: ya no la podremos 'tener'. Si no ponemos empeño en ello, ignoraremos la conciencia del tiempo, es decir: el tiempo pasará por nosotros sin que hayamos poseído los espacios que son nuestro presente, los que si nos pertenecen, los que nos hacen sentir como 'estando vivos'.

Si 'olvidamos' el momento en el que 'somos' tratando de determinar y poseer lo que aún no es presente -el futuro-, volvemos a echar por la borda el valioso presente, luchando por algo del todo fuera de nuestro alcance.

Lo intenso de la infelicidad en las personas está, en parte importante, íntimamente relacionado con no darnos cuenta de esta inmutable realidad: no darnos cuenta, no asumirla y no adaptarse a ella, claro.También el nivel de estupidez que un humano es capaz de alcanzar -inaudito, a veces-, tiene cierta relación con la negación obcecada de esta incontestable certeza. Negación, en muchas ocasiones, inconsciente; lo que no absuelve a su protagonista ni a su víctima, puesto que el buen uso de la capacidad intelectiva y de la inteligencia que emana de ella, debería ser práctica obligada en cualquier 'Homo sapiens'.

Ignorar nuestra más preciada posesión -el presente inmediato y consciente-; bien sometiéndonos a un pasado que es inalterable, bien dependiendo de un futuro inasible, bien 'olvidando' este preciso momento en el que sí vivimos, bien en cualesquiera de las formas imaginables; tiene la inequívoca consecuencia de impedirnos vivir con una plenitud factible y una 'sustancia' -llámenle intensidad- que sí está en nuestras manos lograr; o lo que es lo mismo: nos aboca a ir muriendo en vida. Se convierte en la circunstancia que -como dijo D. José Ortega y Gasset- "no salvamos", "y al no salvarla a ella, nos condenamos a nosotros".No es tan difícil. Puede que sea necesaria algo de experiencia, por lo tanto, algo de tiempo para invertirlo en adquirirla, sí, pero lo imprescindible es tener 'ojos0 para 'ver', 'ojos' que no están a ambos lados de la nariz, sino unos centímetros detrás de ella.

La cultura, en su más amplia acepción, es la varita mágica en un mundo sin magia, pero necesitado de ella. Cultivar la semilla del saber, regarla con la lectura, cosecharla con perseverancia y humildad para poder llegar a 'ver' con los 'ojos' que ella nos regalará, si llegamos a amarla. Esto es magia.

Somos muy afortunados, ¡estamos vivos! Sólo hemos de preocuparnos de saber que lo estamos, es lo único que tenemos… pero es mucho.

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