Tierra de Nadie

Alberto Núñez Seoane

El cáncer rojo y VI

MURIÓ el dictador, lo cierto es que al hombre lo mantuvieron con vida, por inconfesables intereses, cuándo debieron dejarlo morir en la hora en que, de modo natural, le había tocado. Muchos de los que sabían que después de Franco sus horas en el poder estaban contadas, no tuvieron ni el agradecimiento ni la piedad suficientes para dejarlo irse tranquilo. La imagen de aquel cuerpo pequeño, encogido por el tiempo, atravesado por tubos, vías y jeringas… -consideraciones políticas al margen- era estremecedora; aun así, no fue suficiente para poder con la ambición de muchos de los que decían respetarlo, cuidarlo y quererlo. Luego, nos llegó un regalo.

Recibimos uno de esos presentes que el destino guarda para ocasiones muy especiales: Mahatma Gandi, en la India; Winston Churchill, en Gran Bretaña; John Fitzgerald Kennedy o Martin Luther King, en USA; Mijaíl Gorbachov, en la extinta Unión Soviética; Nelson Mandela, en la República de Sudáfrica… El nuestro se llamó D. Adolfo Suárez González, a quien Dios guarde y al que nunca se le ha reconocido lo suficiente.

D. Adolfo consiguió hacer posible lo 'imposible'. Sentó, en la misma mesa y con ganas sinceras de construir, a comensales irreconciliables: el Ejército -el Ejército de entonces…. con el dictador recién fallecido… -, socialistas, falangistas, comunistas, franquistas, demócratas, liberales… Una hazaña de magnitudes bíblicas. Suárez, 'El Grande', logró hacer realidad la transición, pacífica, ordenada y cabal, de una dictadura de cuarenta años a una democracia de la que casi nadie sabíamos; abrió, de par en par, las puertas a la libertad, tantas veces soñada, tan deseada, tan lejana, nos parecía, que se diluía en el ansia de nuestros deseos. D. Adolfo, fue capaz de sacar lo mejor de esta gran nación que es España, él nos enseñó el potencial que llevamos dentro, tantas veces olvidado, malogrado o sacrificado; su integridad, entereza, lealtad y sacrificio, ni tuvo límites ni sabemos, aún, lo que realmente supuso. Sin un hombre como el que él fue, sin un político de semejante envergadura -muy difícil de igualar-, nuestro destino y el de las dos generaciones que nos acompañan, hubiese sido, para muy mal o peor, muy otro. Nunca le podremos agradecer lo suficiente todo lo que logró para nosotros y nuestras vidas, para el presente de entonces y el futuro que ahora vivimos, para una libertad que vino y se quedó a formar parte de nuestra existencia, hasta entonces coartada y mutilada. ¡Gracias! D. Adolfo, una y mil veces, gracias, ¡muchas, muchísimas, ¡todas! las gracias!

España, desde entonces, vivió unos grandiosos cuarenta años, en mi opinión, se podrían colocar entre los mejores de nuestra Historia. Gobernó, con maestría, sentido de Estado y altitud de miras, D, Adolfo, y gobernaron luego 'populares' -centro derecha- y 'socialistas' -centro izquierda-, unos mejor que otros y otros peor que algunos, pero… se hacía política; el Congreso era un lugar respetado, por lo que significa: sede de la representación del poder popular; hubo personas instruidas, reconocidos profesionales, diplomáticos de carrera, economistas de valía, oradores de prestigio… muchos políticos, de uno y otro lado, de fondo y con formas y, lo que más importa: se respetó la libertad y se cumplió con la democracia. Hoy, no es así.

Hoy, mis muy apreciados lectores, el panorama, político, por llamarlo de alguna manera, es tan deprimente y desolador como para cambiar por completo la perspectiva vital con la que los ciudadanos contemplamos nuestros días y la expectativa de lo que está por venir -no importa el signo político que cada cual suscriba, siempre, claro está, que haya capacidad mental suficiente para calibrar, comparar y deducir con un mínimo de juicio.

No creo en las casualidades, las cosas siempre ocurren, o suceden -que no es lo mismo-, por algo. Tras casi medio siglo de incipiente caminar por esos alegres, brillantes, humanos y esperanzadores senderos que sólo la libertad puede abrir, el 'comunismo' vuelve a reproducirse y significarse -al menos en modo de ser tenido en cuenta, puesto que ocupa una vicepresidencia de gobierno y cinco ministerios-, malpariendo los únicos modelos que conoce -aunque muchos de los que están tratando de llevar a cabo 'el proyecto' no tengan ni la más remota idea de lo que, en verdad, el proyecto, ahora sin comillas, significa-: inventar un enemigo común, culpar a ese 'enemigo' de todos los males y miserias que nos aquejan, presentarse como única alternativa para acabar con 'el enemigo', mantener la incultura, fomentar la ignorancia, someter la educación, manipular la Historia, controlar la información, 'señalar' a los disidentes, maquillar la realidad, prometer lo imposible, discriminar a los insumisos… Son los medios que ellos siempre han usado, y usan, para justificar fines que nunca justificarían los medios que usan para alcanzarlos -como dice el refrán-, pero es que, además, los fines son, ya de por sí, injustificables.

El 'comunismo', como proyecto social y político fracasado, logra sin embargo mantenerse, en estado de hibernación cuándo es necesario, aguardando el momento adecuado para avivar ascuas que debieron apagarse hace mucho, mucho tiempo ya. 'Su' momento siempre coincide con las peores crisis sociales, saben que la desesperanza ciega multitudes y la necesidad duerme conciencias, aunque lo que ellos pueden ofrecer -bien distinto de lo que se empeñan en prometer- no hace sino crear más necesidad y fusilar la esperanza.

En la España de hoy se vuelve a palpar y sentir el odio: no importa lo que piense ni lo que diga ni lo que haga aquel que no esté 'alineado' -alienado por, diría yo- con la causa 'comunista', hay que ir contra él, callarlo y, a ser posible, anularlo.

Algunos de los comunistas que se instalaron en la España constitucional, grande y, entonces sí, libre de 1978, fortalecieron con su participación la cimentación de los años que estaban por llegar, la Transición no hubiese sido completa, ni creíble, si ellos no hubiesen estado; pero lo cierto es que no tuvieron relevancia alguna -así lo quiso y manifestó la mayoría de los españoles, repetidamente, en las urnas- en la posterior política de Estado ni en la conciencia social, premisas básicas, ambas, con las que conseguimos regalarnos cuatro extraordinarias décadas de progreso, conquistas sociales y libertad.

Ahora, y a pesar de todo lo históricamente vivido y sufrido, vuelven a oírse tambores de revancha… ¿revancha?; se abren -a cincel y martillo- heridas que ya debieran haber bien sanado y estar bien cerradas; se agita y manipula a las masas embrutecidas por un consumismo absurdo y nefasto; se reinventa la Historia para confundir a los pusilánimes y engañar a los crédulos; se miente lo que necesario sea para tapar anteriores embustes, 'justificar' lo abominable y degollar libertades.

El comunismo no existe. El 'comunismo' es el tumor maligno de nuestra sociedad. Se agarra y actúa, matando lo que vive a su alrededor. Se reproduce por letales metástasis: cuándo se han extendido lo suficiente, hacen irrecuperable e insalvable la vida que han parasitado. Es un mal para el que aún, para triste desgracia nuestra y de los que vengan, no hemos encontrado tratamiento efectivo ni cura absoluta, tal vez sea por aquello de nuestra estupidez infinita…

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