Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

La dictadura “progre”

Es un colectivo de personas un tanto peculiar. Tienen, como individuos aislados y como grupo, la innegable habilidad de saber cómo mantenerse en el estatus del que gozan; conocen –no sé si es facultad innata, sapiencia heredada o conocimiento que pase de unos a otros- el modo de perpetuarse dentro de su particular burbuja, con independencia de que el poder esté ocupado por alguien de los suyos, por los contrarios, o por los de en medio, da igual; de una forma u otra, ellos dan con la tecla para permanecer dónde les gusta estar, como si de “intocables” estuviésemos hablando –escribiendo, en este caso-. Bien sea refugiándose en su peculiar “Olimpo”, en tiempos adversos; bien saltando continuamente a la palestra de los medios de comunicación, que su incesante actividad pesebrera les facilita, cuando es la bonanza en la que se apoltronan cuándo son sus colegas los que mandan; lo cierto es que parecen incorruptibles al paso del tiempo y de los vaivenes políticos. Esto, hay que reconocérselo.

Son dignos de estudio, los sujetos a los que me refiero. La capacidad parar salir indemnes de sus groseras contradicciones es admirable; aunque sea, en parte, debida a la estruendosa estupidez de las masas con las que practican, con éxito ininterrumpido, la manipulación, en la que son indudables expertos; no se puede negar que alcanzar el grado de hipocresía que les determina y la descomunal laxitud de sus conciencias, no es tarea, ni fácil, ni al alcance de cualquiera de los mortales que por este mundo deambulamos.

Estos, que hemos venido en calificar de “progresistas”, partiendo de la base de decir a las gentes lo que las gentes quieren escuchar -idea simple, pero efectiva; no importa, nada, que lo que se diga sea irrealizable o, simplemente, falso-; tejen, luego, lo que podríamos denominar “un entramado de opinión excluyente”. Entramado denso, por no decir espeso; meticuloso, expansivo, destructor e impositivo.

Puede ser la desesperación, la frustración, la desilusión, o el simple y llano cabreo –la vida da para todo esto y mucho más-, lo que condiciona la actitud receptiva, y sin condiciones previas, con la que las masas, que luego serán rehenes de nuestros protagonistas, aceptan, en general, las simplezas con las que la parva de “progres intelectualoides”, supuestamente izquierdosos, les convencen, una y otra vez, para que sigan creyendo en ellos. Lo que no son otra cosa más que vulgares panfletos, huérfanos por completo de convicciones fuertes, serias, asumidas y creíbles, que las sustente; lo que no va más allá de una verborrea inconsistente e insolente; lo que, ni por el forro, se podría acercar siquiera a algo que pudiera considerarse como “ideología”; terminan transformándolo en “dogmas”, “verdades” manoseadas que sólo ellos pueden modificar o cambiar, preceptos inalienables que separarán a los “elegidos” de los indeseables, a los “solidarios” de los fachas, a los “progresistas” de los carcas, la “libertad” de la dictadura, los “buenos” de los malos…

Sólo ellos pueden decir lo que está bien o no lo está: es libertad de expresión; si lo decimos los demás, se trata de fascismo, puro y duro. Sólo ellos pueden atinar con la política que nos acerque a la libertad –no hay doctrina que nos lleve hasta ella-, si la sugerimos los que no somos de los suyos: estamos coartando la libertad del pueblo. Sólo ellos conocen, y por tanto pueden gestionar, la democracia, si somos “los otros” los que hablamos de ella: es la dictadura lo que pretendemos imponer…

Resulta bastante repugnante, muy pelmazo y tremendamente cansino, el “buenismo” de todo ese “progresismo” cutre y casposo, de esa supuesta izquierda de boquilla y pacotilla, de ese “comunismo” a media jornada, falsario e insultante, sobre y por encima de todo, para todos por los que dicen “luchar…”.

Ellos, y sólo ellos, están “legitimados” para opinar “democráticamente” sobre, por ejemplo, inmigrantes ilegales, costumbres aceptables o no, aborto, ecología, feminismo, Islam, García Lorca, solidaridad, armas, separatismo, prisión permanente revisable, animalismo, Cataluña, impuestos, tauromaquia, etarras, caza, libertad de expresión, Palestina, violencia de género, “manteros”, LGTBI, “burkas”, cambio climático, “ocupas”, la Guerra Civil, el “Open Arms”, la eutanasia o Paracuellos del Jarama, por ejemplo... Los que no somos “ellos”, pues… no sé… “mañana hablaremos del Gobierno”, como prometían Tip y Coll, de los garbanzos de Paco Gandía, de los “fistros” del gran pecador de la pradera, del Barça o del Madrid… no nos queda otra, a los pobres “fachas” que no somos “progres”.

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