Tierra de Nadie

Alberto Núñez Seoane

Sobre memoria y olvidos

La llavecita que abre la puerta del arcón que guarda un tesoro de valor incalculable, es la inteligencia. Y lo es por causa y partida doble: una, porque sólo sabiendo desbloquear la cerradura tendremos acceso a lo que esta protegía; dos, porque únicamente haciendo buen uso de la razón podremos aprovechar de modo correcto y provechoso las riquezas que se custodian en su interior.

Encontrar el adecuado equilibrio implica poseer la capacidad de búsqueda para encontrarlo; sin equilibrio, en esta ocasión, no hay solución posible.

Podría pensarse que también la sensatez fuese suficiente, pero no hay inteligente insensato, aunque sí sensato, pero no inteligente.

Lo que fue no tiene vigencia. El único presente del ayer son los recuerdos, que sostienen con vida muchas de las razones de lo que somos hoy. Ser conscientes de lo que fuimos, tener presente de dónde venimos, saber de los que antes que nosotros fueron; nos enseña a respetar las raíces sin las que no tendríamos sentido, a apreciar los valores que nos trajeron hasta donde estamos, a evitar errores que, a veces, condenaron a quienes no lo merecieron.

El presente es tan fugaz que se nos va en un soplo, pero sin la cultura de lo que fuimos no es posible exprimir lo que ahora tratamos de ser, y, mañana… mañana será sólo eso: 'mañana'. Nunca llega 'mañana', porque no tenemos más que hoy, esto, ahora… El conocer a los que estuvieron, cuándo nosotros aun no estábamos; el comprender a los que pensaron cuándo nosotros no éramos; el saber de los que vivieron, cuando ni siquiera habíamos visto la luz; nos permitirá estar, pensar y vivir sabiendo que estamos, que somos lúcidos para pensar y conscientes de que vivimos.

Olvidar puede suponer sanar, pero… también puede ser traicionar. Si enterramos, en la fosa triste y solitaria del ayer, el recuerdo de los que no merecen el olvido, traicionamos su memoria; faltamos, con ello, a la lealtad que nos debemos a nosotros mismos como personas. Pero, si vivimos aferrados, en vano, al ayer; si empeñamos en hacer presente lo que dejó, para siempre, de serlo; si vemos por futuro el hoy, que lo fue de ayer, pero no lo será de mañana; nos iremos sin haber terminado de llegar, se nos irá una vida que, posiblemente, no hayamos merecido, habremos estado sin estar porque, en verdad, no habremos llegado a ser. 'Ser' es serlo hoy, en este momento; con la memoria inteligente del ayer y precaución sensata en el mañana, pero 'ser'. Hay que pensar, para encontrar el equilibrio.

Y… leyendo lo que leo, escuchando lo que dicen y viendo lo que hoy veo, pienso, con sinceridad, que la partida, al menos esta partida -en la que me ha tocado jugar-, está perdida. Miro, busco, y vuelvo a buscar, pero no hallo fundamento sólido para albergar una mínima esperanza que se pueda calificar de razonable.

La peor de las penurias, la de la excelencia, se ha impuesto y lo ha hecho, no me cabe la menor duda, con autoridad incontestable. Es el imperio gris de lo mediocre, con bota de hierro y suela de clavos, el que nos aplasta.

Igual dan las muchas tragedias que otros sufrieron antes para que nosotros no las revivamos ahora; no importan sabios análisis, prudentes advertencias, tratados ilustres, estudios rigurosos, estadísticas fidedignas, historias, del ayer para hoy, contadas, transmitidas o padecidas… ni siquiera importa la Historia, la que se escribe con mayúscula, la que han prostituido, también en mayúsculas, esa que no debiéramos olvidar para no estar condenados a repetirla; da igual casi todo lo que no puede dar igual: si lo que quieren es que la aguja imantada de una brújula, que siempre señalará el polo Norte magnético de la Tierra, marque el Sur para convencernos que es allí dónde está el Norte, simplemente colocarán un potente imán en el punto que indica el Sur, cuando la aguja se pare en ese mismo punto, para que 'diga' lo que nunca puede decir, pero es lo que ellos dicen que diga, exclamarán con júbilo: ¡veis, aquí es donde está el Norte! Y así, van reescribiendo una historia que no es Historia, que, sin duda, se volverá contra ellos de modo terrible, pero que, mientras eso sucede, la sufriremos nosotros.

Los recuerdos, los que cada uno hayamos recogido para que nos acompañen hasta el final, son sagrados. La memoria es el arca de la alianza entre nosotros y los que nos hicieron posibles. Traicionar la memoria es matar los recuerdos, y a una parte de nosotros con ellos. Pretender que olvidemos los recuerdos es querer enterrar la memoria, y a nosotros con ella.

En recuerdo, siempre, de los que fueron asesinados por la banda criminal E.T.A.

En memoria de todos los que ya no están, para que sigan 'siendo'.

Y podrán preguntar ustedes: ¿a qué viene esto ahora? Pues esto, les digo, viene 'a todo', ahora y siempre. Vuelvan a leer el artículo, por favor.

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