HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Tolerancia religiosa

EL presidente de Estados Unidos ha sacado a relucir en El Cairo la ejemplar tolerancia religiosa en la España musulmana, una creencia bastante general que a fuerza de repetida se ha trocado en fe firme. Ha citado al Islam andalusí para ilustrar la buena intención de Occidente en su lucha contra el terrorismo organizado y las tendencias belicistas islámicas, no contra los musulmanes. No servirá de mucho porque los países pobres y con regímenes autoritarios tienden a la violencia cuando sus líderes religiosos y políticos, que en muchos casos vienen a ser los mismos, les inculcan que son los países de civilización cristiana, ateos, corruptos y decadentes, los que los han llevado a la miseria. En Europa, durante la crisis del siglo XV que dio paso al Renacimiento se inventaron las brujas y se reinstauró la Inquisición para, entre otras intenciones, darles una explicación a los pobres de sus miserias.

Nosotros somos ahora las brujas causantes de las desgracias de las poblaciones musulmanas pobres. La inocencia del clero y de las clases altas queda a salvo y la ignorancia popular hace el resto. La tolerancia religiosa en España y la convivencia como iguales de las tres religiones es un mito, pero un mito que gusta mucho hoy. En los reinos cristianos eran ciudadanos de segunda o tercera mahometanos y judíos, y en los mahometanos lo eran los cristianos y, otra vez, los judíos. Al principio de la invasión bereber, y hasta el hundimiento del califato de Córdoba, la tolerancia con los cristianos no era una generosidad graciosa sino una necesidad: los invasores eran pocos y la inmensa mayoría de la población era cristiana y, lentamente, musulmana conversa del cristianismo; de manera que el Islam español, aparte de ser distinto al del resto del mundo musulmán de entonces, dejó de ser tolerante en cuanto pudo.

Hasta la conquista venturosa de Granada hubo cristianos entre los moros y moros entre los cristianos, pero creer que convivían en paz y como iguales es una ingenuidad, un bonito cuento para componer romances fronterizos y no libros de historia. Había, eso sí, una influencia mutua, distinta según las épocas. Al final, la influencia cristiana prevaleció: la aristocracia nazarí estaba impregnada de valores caballerescos europeos, aunque la separara de Europa la religión. Los pueblos de ambas culturas ni se soportaban ni se parecían, por más que los moros españoles fueran descendientes casi todos de antiguos cristianos conversos al Islam. Poner como ejemplo de convivencia Al Ándalus, además de ser una falsedad histórica, no sirve para los musulmanes de hoy. Mejor ejemplo sería el de Estados Unidos, donde la nación une a todos y está por encima de culturas y creencias. El viejo mundo va por otras vías: cada municipio cree tener un pasado glorioso y sueña con reparar los agravios de la Historia.

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