DESDE que empezó a perder las alcaldías de las principales ciudades andaluzas, en los años noventa, el PSOE no ha dejado de acertar en el diagnóstico: su proyecto no entusiasma a las clases medias urbanas y profesionales. Encima, el PP ha sabido gestionar bien los ayuntamientos conquistados y sus alcaldes repiten con escasa merma de apoyos.

Pero el acierto en la diagnosis ha venido acompañado del desacierto en la praxis. Nunca han sido capaces los socialistas de cambiar esta tendencia, probablemente porque la política general de los gobiernos nacional y regional no ha dado respuesta a los problemas de los ciudadanos urbanos a cambio de fidelizar al electorado semiurbano y rural, más envejecido y necesitado de protección social y menos informado, dinámico y emprendedor. Entre unas cosas y otras, el PSOE andaluz es hoy más un partido de clase que interclasista.

Tampoco ha sabido encontrar los candidatos adecuados. Ha hecho apuestas arriesgadas por alcaldables con nombre, imagen o personalidad, pero sin paciencia. Pocos de ellos han aguantado pasarse cuatro años trabajando en la oposición después de una primera derrota. Les han enviado a los electores un mensaje demoledor: yo he venido aquí sólo a ser alcalde, no a servir a los ciudadanos desde el puesto que ellos me atribuyan. Muestra extrema de soberbia y ambición que ha hecho mucho daño al Partido Socialista. El contraejemplo es Juan Ignacio Zoido, del PP, que se puso al tajo nada más perder la Alcaldía de Sevilla a manos de la coalición PSOE-IU y no anda lejos de ver premiada su fidelidad (a la segunda ocasión).

Luego, el PSOE no gestiona bien sus crisis municipales. En la misma Sevilla decide que el alcalde en ejercicio, Alfredo Sánchez Monteseirín, no volverá a presentarse, pero lo anuncia con más de un año de antelación y genera una bicefalia perversa entre el alcalde saliente y el candidato, Juan Espadas, al que ya no sabe cómo dar a conocer. En Algeciras provoca la dimisión del alcalde, Tomás Herrera, y lo sustituye por un septuagenario por la única razón de que sólo él suscita el consenso de los bandos enfrentados, con el agravante de que premia al primero con el cargo de designación que ostentaba el segundo. En Jerez, peor. En Jerez el secretario provincial socialista elabora un informe con los argumentos que le llevan a rechazar la candidatura de la actual alcaldesa, Pilar Sánchez, informe que constituye un extraordinario manual de instrucciones para que el PP jerezano haga su campaña electoral.

Por más que se puedan entender las razones de estas decisiones y actitudes, son torpezas objetivas que soplan a favor de un Partido Popular crecido en su papel de partido de los ciudadanos urbanos.

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