La Unión Europea se fundó sobre la base de un equilibrio exquisito entre la justicia y la libertad -de ahí el gran pacto de la derecha liberal con la socialdemocracia que había abjurado del totalitarismo comunista-, pero es muy posible que ese equilibrio tenga los días contados. Desde que la crisis ha introducido la desigualdad en nuestras vidas -y de qué manera-, y desde que los casos obscenos de corrupción ocupan todas las informaciones, mucha gente parece inclinarse por la justicia en detrimento de la libertad. Y se trata de una justicia flamígera, iracunda, arrebatada por el resentimiento y el odio. Hay signos inquietantes.
Uno de ellos es la portentosa ambigüedad de la izquierda antisistema francesa con respecto a la ultraderechista Marine Le Pen. Unos y otros están unidos por el mismo odio a la idea de Europa, al liberalismo económico y a la globalización. Y no es descabellado pensar que en un futuro formen un frente común, si el Frente Nacional rebaja el tono de sus proclamas xenófobas y la izquierda antisistema asume un cierto discurso anti-inmigración, que de hecho ya existe en muchos lugares del sur de Francia donde gobiernan alcaldes de izquierdas con una marcada ideología xenófoba. Apuesto a que esa alianza existe dentro de unos pocos años. Y de hecho, en España la conocemos bien: no hay partidos más xenófobos que los de la izquierda independentista catalana o vasca, sólo que nuestra izquierda papanatas es incapaz de darse cuenta de ello.
Pero hay otros signos igual de inquietantes. Por ejemplo, que un juez se pronuncie a favor de la "justicia del pueblo", cuando todos sabemos que la justicia del pueblo era la de Hitler y Stalin (los dos usaban los terroríficos "tribunales populares" para deshacerse sin contemplaciones de cualquier sospechoso). O que un partido político como Podemos se haya atrevido a decir que los jueces deberían "seguir las directrices de los gobiernos del cambio" o insinuar que los artistas deberían "ser creadores comprometidos con el cambio" (lo cual supone asumir el dirigismo cultural que existió en la URSS). O la imposición descabellada de algunos dogmas de la ideología de género, como las protestas de las feministas radicales ante quienes deciden libremente usar la reproducción subrogada. Y hay muchos signos más. Y todos son inquietantes.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios