TIENE QUE LLOVER

Antonio Reyes

Trastorno bipolar

LA posibilidad de escribir en el interregno entre el entusiasmo propio de la Navidad y el Año Nuevo, y el regreso a la cruda realidad del día 7 de enero, crisis incluida, me motiva a titular este artículo con el nombre de la antigua psicosis maníaco-depresiva, hoy llamada por los especialistas trastorno afectivo bipolar.

Esta alteración de la conducta se caracteriza por las oscilaciones entre episodios de alegría y de tristeza, alternando, por tanto, las fases depresivas con las de euforia. Esto, que puede ser consultado en cualquier manual médico, es mucho más fácil comprobarlo en nuestro actual estado de ánimo: en cuestión de meses hemos pasado de vivir una etapa continuada de euforia anímica, caracterizada por la bonanza económica y financiera, a caer en un profundo estado de depresión psíquica, cuyo principal referente es la recesión que en estos momentos vive la economía mundial.

"Popes" de la ciencia económica, como Paul Krugman, han puesto de manifiesto que todas las economías sufren recesiones que destruyen los progresos anteriores, y que no hay una serie de medidas estándares a aplicar para cualquier caso, sino que se deben dar respuestas acordes a las diferentes situaciones. Yo, que sé de todo esto lo que me enseña mi amigo Rafael, percibo que entre la Psiquiatría y la Economía hay muchas similitudes: por ejemplo, me parece que estamos sumidos en un estado de "trastorno económico bipolar", cuyos resultados veremos a ver dónde terminan.

Lo primero que verdaderamente preocupa es que este tipo de alteraciones anímicas precisan de un adecuado diagnóstico y de un tratamiento de terapia continuada que, en mi opinión como profano en la materia, no se están produciendo. Y el segundo eje de preocupación es que parece que existe una predisposición genética en determinadas capas de la población a sufrir esta alteración conductual. Me refiero a la clase trabajadora, a quienes viven -vivimos- día a día el castigo divino de ganarse el pan con el sudor de su frente. Somos nosotros los que realmente sufrimos la depresión, los que estamos en el alambre de la inseguridad de perder el puesto de trabajo o de no poder hacer frente a créditos e hipotecas.

Por eso, ahora que comienza un nuevo año, el año de la crisis, el año en que vamos a tener que sufrir el terremoto personal y familiar del maremágnum financiero que han creado una serie de sinvergüenzas desaprensivos, convendría recordar a nuestros gobernantes que este puede ser un buen momento, tal vez una oportunidad histórica, para exigir que se aplique a este planeta desigual e injusto en que vivimos un tratamiento médico de choque que, de una vez por todas, nos cure de las fluctuaciones anímicas y económicas que alteran el estado de ánimo de los más desfavorecidos. Ojalá que los Reyes Magos nos traigan un mundo más igualitario, y que a quienes han propiciado la crisis y están sacando beneficios de ella los veamos muy pronto encerrados en un psiquiátrico vestiditos con camisas de fuerza. Feliz año de crisis.

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