Javier Torres (@JTorres_86) ha logrado decir algo muy interesante sobre el autobús de Podemos: "La prueba más evidente de que Podemos es puro sistema (ellos dirían trama) es que su autobús circula sin sobresalto alguno". Ni siquiera yo tengo nada que insultar al autobús de Iglesias. Me gustará poco, lo argumentaré o no, probablemente no, porque me da pereza, pero no lo denunciaré en ninguna fiscalía ni le tiraré piedras ni gritaré para que lo inmovilicen como han hecho ellos y otros, ¡de la trama mismo!, con el autobús de Hazte Oír. La diferencia de recepción entre un autobús y otro es la línea continua que divide al auténtico malditismo del que lo finge y le saca rédito a la pose. Que la haya dibujado tan clara es algo que, al menos, hay que agradecerle al autobús de Podemos; y a Javier Torres.

El sistema, la trama, el montaje, el régimen o como queramos llamarlo tiene una versatilidad extraordinaria para acoger a nuestros antisistema oficiales. Lo hace con los brazos abiertos, encantado de su fotogénica flexibilidad, retribuyéndoles generosamente el servicio. El resentimiento de los revolucionarios posmodernos tal vez se deba a su impotencia de ser auténticos revolucionarios. Los que chupan del sistema que denuncian viven en una trola: su tramabús es un trolebús. El sistema los adora, y lo saben. Pasa en la política y en la cultura. El caso ejemplar es Caballero Bonald, que es transgresor atestado de premios y reconocimientos públicos; pero cuesta trabajo encontrar un revolucionario comme il faut que no acabe forrado, condecorado, aplaudido o diputado o senador. Hay hasta filoterroristas a los que el Ayuntamiento de Cádiz, cuna de la libertad, se trae a dar conferencias.

El verdadero rebelde recibe de la opinión pública desdenes e insultos porque la discute y la enfrenta. La libertad de expresión se pensó para permitir un mínimo resquicio a aquellas opiniones tan débiles que se reprimen casi solas, pero tan fuertes (en el otro sentido) que apenas si soportamos escucharlas. Es muy natural que no todo el mundo pueda o quiera ser rebelde en serio o transgresor a fondo: o porque no le convenga o porque le falte el ánimo o porque sus ideas hayan triunfado en buena lid o porque piensa según le dicta la moda, lo sepa o no. Yo ahí ya no me meto. Pero no vale estar en misa y repicando o, dicho más en laico, para que se entienda, andar en la pomada y protestando.

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