'Trumpmanía'

El discurso de Trump, tan plagado de referencias populistas , está cerca de las posiciones anticasta de Iglesias

La ceremonia de toma de posesión del presidente de los EEUU, de suyo una celebración hortera y grandilocuente, ha tenido esta vez especial resonancia en todo el mundo por la personalidad indescriptible del nuevo inquilino de la Casa Blanca, henchido de gozo allí arriba delante de su enésima mujer objeto y su variopinta prole, jurando el cargo orgulloso sobre dos biblias, por si todavía alguno dudaba del carácter trascendente de su misión. A continuación largó un discurso encendido que no sorprendió a casi nadie, si acaso a los ingenuos que preveían una moderación en sus formas abruptas. Ahí estaba el tío para el que lo quisiese escuchar, con lo mejor de su repertorio. Machista, xenófobo, nacionalista y antieuropeo, todo en uno, lo que se dice un regalito.

No piensan así, a lo que se ve, los muchos que por cualquier medio, sobre todo internet, celebran alborozados el abrazo al poder del personaje. Columnistas pasados de rosca, tuiteros profesionales y hasta aficionados, provocadores a sueldo, señoronas de misa de nueve, nostálgicos del Santiago y cierra España… Buena parte de la derecha sociológica jalean la llegada del prócer como antídoto perfecto a la política buenista y ampliadora de derechos que caracteriza a muchos países europeos, también al nuestro, donde Rajoy es poco menos que un mindundi albacea del legado conservador (que sigue teniendo en José María Aznar a su verdadero líder espiritual), y Obama no es más que una versión exótica y viajada del denostado Zapatero.

A mí, sin embargo, me parece que el discurso de Donald Trump, tan plagado de referencias populistas y demagógicas, está más cerca de las posiciones anticasta de Pablo Iglesias que otra cosa. Trump gana las elecciones, sobre todo, porque hay mucha gente en Estados Unidos mal viviendo con sueldos de miseria que han visto en el clan de los Clinton muchas de las desviaciones y corruptelas denunciadas aquí por Podemos. Poco parece importar su esbozada política arancelaria y su reiterada declaración de cerrar acuerdos comerciales que perjudican a nuestros intereses. En el fondo, valoramos a los demás conforme a nuestros prejuicios ideológicos, y si sigue habiendo una izquierda rancia que le atiza sin piedad antes de que haya empezado a gobernar, le sale en tromba esa derecha castiza tan proclive a machacar a los que piensan distinto. Aunque le horrorice la corbata roja de la ceremonia.

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