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Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Turismo político

No es normal que el virus vaya moviéndose a su antojo en función de las decisiones de 17 gobiernos autonómicos

Cuando un turista viaja a Rusia, a la Rusia actual no a la Unión Soviética, no tiene problema alguno para encontrar en la estantería de cualquier tienda de souvenirs tazas, llaveros, gorras, encendedores, cerámica, camisetas u otros objetos en los que aparece, nítida como ella sola, la imagen de Josef Stalin, el mayor asesino de toda la Historia de la Humanidad, varios pisos por encima de Hitler -que ya es decir- aunque la izquierda radical no haya reparado nunca en ello porque se le acaba su fácil discurso demagógico. De la misma forma que sería impensable que hoy hubiese souvenirs de Hitler, de Pinochet o de Franco en España, resulta increíble que a estas alturas y por cuestiones de buenismo o de intereses nacionales no existan las mismas prohibiciones para que un turista no pueda adquirir recuerdos de genocidas comunistas en sus países, caso del Caribe también. Alemania nos dio una lección a todos en el pasado siglo y hoy sigue siendo delito hacer apología del Holocausto allí, algo que el mundo sigue esperando de otros lugares.

Existen, pues, diferentes tipos de tablas de medir a la hora de tratar la Historia y, con ello, de ofrecer experiencias a los viajeros internacionales, muchos de los cuales tragan o no en función de sus ideas o de su capacidad de abstracción.

En una dimensión distinta, que quede muy claro, aparece hoy el turismo durante la pandemia, que depende de numerosos factores, muchos de ellos políticos. Resulta increíble que cualquier viajero tenga que llevar en su mano una especie de manual o jeroglífico para saber a dónde puede ir, hasta qué horas comer, con cuántos comensales y muchos interrogantes más, cambiantes en pocas horas. La cuestión no se limita a la Unión Europea. Otros países pueden encerrar a los turistas una buena temporada lejos de casa por un positivo, aunque en ocasiones sea falso, sin apenas capacidad de defensa. Y dependiendo del color político del país dependerá el número de días.

No hace falta ir tan lejos. En España es necesario estar al corriente de las noticias y tener al día los casos de Covid por 100.000 habitantes para tomarse la licencia de hacer turismo y aventurarse a que en cualquier momento se quede uno atrapado en este nuevo verano de sorpresas desagradables.

¿Y de qué depende en muchas ocasiones todo ello? Del color político de cada una de las diecisiete comunidades o gobiernos de taifas en los que se ha convertido, mil años después, este país. Porque una de las cuestiones que ha puesto de manifiesto el fracaso del estado autonómico actual, además de la Educación, ha sido la pandemia. No es normal que el virus vaya moviéndose a su antojo en función de las decisiones que vayan tomando los diferentes presidentes autonómicos, muchas veces movidos por intereses electoralistas.

Así que ahora que empieza agosto, miremos el color del mapa de España para decidir, muy por encima de los datos de la pandemia, a dónde viajar. Los souvenirs que compremos nos dirán hacia dónde se moverá nuestra historia.

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