DOÑA Azucena del Valle Expósito hizo su entrada en la Feria sobre las nueve y media de la tarde. A sus setenta años, iba ataviada con una chaquetilla corta roja y un traje de gitana verde limón. Preguntó a un agente de policía:
-¿Es esta la Feria de Vejer de la Frontera?
-No, señora. Está usted en la Feria del Caballo de Jerez de la Frontera.
-¿Y a qué caballo pertenece esta Feria, buen hombre?
El agente se turbó y preguntó a un compañero:
-¿De qué caballo es esta Feria, Ramón?
Ramón tampoco lo tenía muy claro, y preguntó a su vez:
-¿No será la Feria del Caballo Blanco de Santiago, colega?
-No digas tonterías, Fulgencio. Le preguntaré a este hombre que tengo al lado… Oiga usted, amigo, ¿usted es de Jerez?
-Claro, guardia. ¿No me se nota en el ánge que tengo hablando?
-Sí, sí, se le nota. ¿Podría usted decirme de qué caballo es esta Feria?
-Yo qué sé, guardia. Yo vengo a la Feria a divertirme y nunca me ha dado por preguntarme cosas así. A lo mejor es la Feria de un caballo de alquiler.
-No creo. Un caballo de alquiler carece de recursos propios para montar una Feria así.
Doña Azucena del Valle Expósito se sentó en la moto del policía asegurando:
-No me muevo de aquí hasta que no se descubra de qué caballo es esta Feria.
-Mire usted, señora, en tiempos de mi padre, que en paz descanse, esta era la Feria de Mayo de Jerez de la Frontera.
-¿Y por qué se dejó de llamarla así?
-Eso no lo sé yo. Un año dijeron: "esta va a ser la Feria del Caballo", y en esas andamos todavía.
-También se la podría haber llamado Feria del Toro.
-Pero los toros tienen cuernos, señora…
-¿Y qué quería usted que tuvieran? ¿Abanicos de colores?
-Señora, estoy vigilando el tráfico y no puedo atenderla como usted se merece. Pregúntele usted a esa gitana que vende claveles.
-Gitana, ¿por qué se llama a esta Feria la Feria del Caballo?
-Pregúntele usted a Dolores Barroso.
-¿Y quién es Dolores Barroso, gitana?
-La encargá de las fiestas. Y como me llame usté más gitana con esa guasa, le ví a endiñá con er mazo de claveles jasta que eche los pétalos por el clítori.
Efectivamente doña Azucena del Valle Expósito echó pétalos por los ojos, la boca y por partes muy reservadas que no conviene referir en una daltonmanía tan seria como ésta.
Acudió el marido de la florista, que era de Linares y vendía cuchillos de Albacete a cinco euros la pieza:
-¿Qué te pasa, Ruiseñora?
-Na, Carmelo, que esta gachí ma llamao gitana con mucho disprecio y le jecho comerse las dos docenas de claveles.
-Mu bien jecho, Ruiseñora. ¿Y ahora qué vas a vendé, arpiste pa los canarios..?
Doña Azucena del Valle Expósito yacía sobre unos excrementos de caballo. Vino un chico de la Cruz Roja a auxiliarla:
-¿Se ha caído usted, señora?
La señora vomitó cien pétalos de claveles antes de poder aclararse:
-¡Ha sido la gitana..!
La levantó del suelo el muchacho y sentó a doña Azucena en un banco:
-¿Está usted ya mejor, señora?
-Sí, bonito. Ya no me queda que echar nada más que una carta que le escribí a mi marido esta mañana… Por cierto, ¿sabes tú por qué se llama ésta la Feria del Caballo?
-Claro que sí, señora. Se llama así en memoria del descubridor jerezano Alvar Núñez Cabeza de Caballo.
-Es usted un muchachito culto. Muchas gracias.
-De nada, señora, a mandar.
Los fuegos artificiales sorprendieron a doña Azucena del Valle Expósito sacudiéndose los restos fecales que los equinos reparten generosamente en su inigualable Feria.
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