la tribuna

Manuel Chaparro

Universidad: valores y Lampedusa

TENGO la desgraciada suerte de amar y pertenecer a dos profesiones que andan en crisis. Una es el periodismo, la otra la enseñanza y la investigación universitaria. Sólo faltaría trabajar en el sector sanitario para completar el infortunio y, aunque no lo hago, esta radiografía me la conozco. Tiene mal aspecto porque la salud del pensamiento, del cuerpo y de la libertad de comunicación son las principales esencias de la felicidad humana y, por tanto, de una democracia. Lo cual quiere decir que el camino por el que transitamos no es el más recomendable.

La crisis que nos afecta no es económica, por más que los discursos políticos y los bancos se empeñen en ello. Estamos ante una crisis de valores que ha sido incapaz de diseñar políticas públicas para corregir un modelo económico especulativo y miserable. De aquí surge la duda, la terrible duda del gobernante: ¿salvar a los especuladores o salvar los derechos consagrados en la Constitución? ¿Salvar el capital de quienes nos arruinan o una educación pública de calidad? Si no salvamos a los causantes de la ruina dejamos en el camino a los saqueadores de ahorros. Si no salvamos el sistema educativo perdemos libertad, la capacidad de gobernar nuestro destino individual y colectivo.

Es sospechoso que el Gobierno se empeñe en acabar con la universidad pública, que pretenda reducirla a guarderías donde se formen a las futuras generaciones bajo un prisma de supuestas necesidades de mercado. Porque ésta es la doctrina del Plan Bolonia, el Espacio Único Europeo, que en dos años de aplicación está evidenciando su fracaso, hasta el punto de que Alemania se plantee abandonarlo. Por suerte, no toda Alemania ni todos los alemanes son Merkel.

Un docente universitario debe impartir 240 horas de clases al año, a las que suma las dedicadas a su preparación, las tutorías y la investigación. Con los ajustes de Bolonia las asignaturas se han descargado en horas, con lo que en vez de impartir una media de dos asignaturas por año, ahora serán un mínimo de cuatro y siempre multiplicando el número de horas de tutorías. La sobrecarga del docente-investigador universitario es considerable.

Las medidas del Gobierno impiden la renovación de contratos al profesorado que no tenía la consideración de indefinido. Estamos desperdiciando el talento de docentes que llevan años formándose y que constituyen la savia de nuestro futuro. ¿Ahorramos? Tiramos a la basura años de inversión pagados con nuestros impuestos.

Prescindir de profesorado implica sobrecargar de más horas al que queda. En vez de 240 ahora se impartirán 329, hasta seis asignaturas por docente. Si esto va en serio, como se anuncia, olvidémonos de la investigación y sigamos comprando conocimiento en el extranjero, volvamos a ser una sociedad incapaz de reflejar su cultura, su pensamiento y sus propias patentes. Volvamos a ser un país de dignos camareros que se dediquen a atender a turistas.

Cuando se cree en la universidad este proceso duele, porque algo construido por todos con el esfuerzo de tantos años se desmorona. El esfuerzo de abrir nuevos campus, formar profesorado, financiar grupos de investigación… No cabe duda de que ha transformado nuestra tierra y en muchos casos la ha convertido en referente de la investigación en España y el mundo. Sin ser autocomplacientes, nos queda mucho por hacer y mejorar, pero sin duda la manera de mejorar no es retrocediendo. Estamos empezando a contribuir científicamente como nunca en nuestra historia.

Y gota a gota se colma el vaso. La subida de tasas es inasumible para muchas familias y homologa en costes la universidad pública con la privada, pero no la calidad. La universidad pública atiende todas las áreas de conocimiento, también a las consideradas "no rentables" por la universidad privada. La universidad privada hará negocio y mejorará su lugar en el ranking de "calidad" porque buscará las carreras más demandadas y las que menos inversión requieran. ¿De verdad hemos perdido tanto la razón como para tratar el conocimiento como un valor mercantil? El patrimonio común no admite privatizaciones.

La universidad pública empeorará sus registros de calidad porque se priman las carreras relacionadas con las demandas cortoplacistas del mercado, como si pudiéramos prescindir de la filosofía y de conocimientos que son la esencia de lo que somos. No olvidemos que el futuro se construye sobre nuestro pasado y nuestro presente. Los cimientos que pusimos y los que ponemos ahora constituyen la garantía de aspirar a vivir en armonía y dar posibilidades mejores a generaciones futuras.

Al final estamos ante el paradigma que se planteaba en El gatopardo: "Que todo cambie para que todo siga igual". O peor.

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