Editorial

Urge la reforma de la universidad

AUNQUE sea una fotografía parcial, con parámetros cuestionables y claros intereses detrás, los rankings universitarios se han convertido en un instrumento determinante para medir la salud, las debilidades y el potencial de la enseñanza superior a nivel mundial. No sólo son indicadores fiables para saber cómo se está trabajando entre países, sino que se utilizan cada vez más como un factor de referencia para la captación de talento en el mercado laboral. Las propias universidades, sumidas en un imparable proceso de globalización e internacionalización, recurren a estos listados para fichar a profesores y atraer a alumnos, conscientes de que será un criterio clave a la hora de ser seleccionadas en un contexto enormemente competitivo. En las ligas internacionales, prestigiosas instituciones de Estados Unidos y el Reino Unido como el MIT, Harvard, Oxford o Cambridge copan los primeros puestos y, a nivel nacional, son los campus catalanes y madrileños los que encabezan las evaluaciones con Valencia, Granada y Sevilla a cierta distancia. Los últimos rankings que se acaban de publicar -el de Shanghái y el QS World University- vuelven a ser una llamada de atención sobre la urgencia con que España debe afrontar una reforma profunda de la enseñanza superior. No hay ninguna institución entre las cien primeras ni se está haciendo nada para superar la endogamia y el funcionamiento rutinario que han marcado toda la democracia. Al contrario. Los recortes de los últimos años, la rigidez de la legislación y la ausencia de una política expansiva están lastrando la posibilidad de ser realmente competitivas, alejándolas de la excelencia e imponiendo un preocupante estado de supervivencia que amenaza con sumirlas en la mediocridad. El café para todos que también se ha aplicado a la Universidad, y que pudo tener un sentido para garantizar la igualdad de oportunidades en un país con alarmantes déficits educativos, hoy es claramente insuficiente. Incluso contraproducente. Hay que cambiar el sistema de financiación -más aún con un pujante sector privado comiendo terreno a lo público- y hay que repensar objetivos, prioridades y el modelo mismo de funcionamiento. No puede seguir siendo tabú lo que es un clamor a nivel interno: que, tal cual está planteado, es insostenible. En Andalucía, los últimos rankings han supuesto un fuerte varapalo para la Universidad de Sevilla y un empujón para la de Granada. Al margen de lecturas particulares, lo que ponen de manifiesto es que hay que actuar con urgencia, con valentía y en todos los niveles. También en el regional. Una señal de si la Junta está dispuesta a afrontar el reto es el modelo de financiación que se está negociando. Hoy hay una reunión en Córdoba y habrá avances. Sería una oportunidad perdida, y una irresponsabilidad, no aprovechar la coyuntura para sentar las bases del cambio.

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