EL Informe Pisa refleja tal estado de insuficiencia de nuestro sistema educativo que convierte en urgente la necesidad de programas que combatan dos de sus males reiterados: el fracaso y el abandono escolar. Los alumnos andaluces se sitúan lejos de la media europea, y entre los peores de España, en comprensión lectora y razonamiento matemático, dos de las herramientas fundamentales para construir una sociedad formada, y ya no es suficiente con recordar el esfuerzo realizado ni el punto de partida tan atrasado que marcaba a la comunidad autónoma hace treinta años. El consejero de Educación, Francisco Álvarez de la Chica, ha empezado a cambiar el discurso objetivamente conformista de sus predecesores, y el viernes presentó al Consejo Escolar de Andalucía una estrategia encaminada a afrontar estos problemas. Aunque el contenido exacto del programa precisa ser concretado y debatido antes de su entrada en vigor, su música suena bien, en la medida en que se orienta en la dirección adecuada. Según sus primeras informaciones, la Consejería propone implantar una hora diaria de lectura en Primaria (no parece mucho, pero ahora es media hora), la obligación del estudiante de ESO de leer, escribir y expresarse oralmente en todas las materias cursadas, programas llamados de segunda oportunidad a modo de repesca de los alumnos que abandonaron prematuramente la escuela, evaluación continua del profesorado con transferencia de saberes de los que obtengan mayores rendimientos al resto y nuevas pruebas de diagnóstico  a todo el alumnado de segundo de Primaria sobre los tres pilares del aprendizaje: escritura, lectura y cálculo. Aunque es evidente que el desastre de la enseñanza andaluza es consecuencia de factores sociales y cívicos que escapan a las acciones de la Administración y requieren un cambio profundo en los valores colectivos, que la Junta comience a tomarse en serio el problema es una buena noticia. Nos estamos jugando literalmente el futuro de esta tierra.