El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU lanza datos alarmantes. Al ritmo de emisiones que mantenemos en el plazo de 20 años aumentará la temperatura de la tierra en dos grados. Se afirma, sin paliativos, que solo una intervención drástica que reduzca un 50 por ciento el empleo de combustibles fósiles en menos de 15 años y su práctica eliminación en el plazo de 30 años evitaría el desastre. Rubor ajeno al ver como algún líder político siguen usando como arma arrojadiza medidas de restricción del tráfico rodado o fiscales sobre el uso de carburantes.

Los viejos del lugar intuimos que la presencia de huracanes, inundaciones, mareas extremas, lluvias torrenciales, largos periodos de sequía, o temperaturas que no se corresponden con la época del año, no son sino manifestaciones de este indeseable cambio climático. A otro nivel vivimos entre tormentas y aguas enlodadas con las que se cerca y acosa, desleal e interesadamente, al gobierno de España. Afortunadamente, como cuando "Leslie" se desvió de nuestro camino, un viento favorable en forma de sentido común y acuerdo presupuestario nos desvía del miedo y la incertidumbre.

Mientras respiramos estas brisas de poniente a nivel local asistimos a nuevas ventoleras entre las izquierdas locales. Pasó en 2015 y no se entiende la reincidencia en la falta de autocrítica, de visión amplia, de generosidad, sin asumir "correlaciones de debilidades", que diría M. Vázquez Montalbán, en la que subsisten. Menos entendemos los viejos del lugar la falta de coherencia entre los que firman en España, anuncian pactos en Andalucía, y marcando inútiles líneas rojas en Jerez, ni la de otros que se sitúan en una "superioridad moral" que nadie les ha otorgado. Un sillón de más no merece poner en riesgo el futuro.

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