Por fin un verano para irse a la playa y silbar una marcha en la orilla de Valdelagrana, playa cofrade por definición. Verano de chiringuitos y de tranquilidad cofradiera. Que ya era hora y ya nos tocaba. Sobre todo tras años en los que los meses de la canícula han sido no aptos para cardiacos. Si el 2017 fue el verano de la carrera oficial de la Alameda del Banco, momento en el que se inició esa nueva disciplina de abrir cuentas anónimas en las redes sociales para hacerse el gracioso y largar lo que jamás se diría sin el antifaz puesto, con el 2018 vino la de Gaitán, suspendida sine die hasta nueva orden.

Pero se podría afirmar que los dos años anteriores fueron casi un aperitivo para lo que nos aguardaba el verano de 2019. La salida extraordinaria del Prendimiento abría una de las polémicas cofrades más intensas que se recuerdan. Habría que acudir al final de la década de los treinta del pasado siglo cuando la hermandad de Jesús Nazareno se negó a pasar por la carrera oficial y siguió con su itinerario de siempre. Faltó poco para que Spielberg rodara una película o los telediarios nacionales abrieran con la noticia. Aún está el asunto dando coletazos. A la espera de una fecha para celebrar la tercera ronda electoral.

El año 2020 fue el del maldito coronavirus y no hubo ni procesiones ni polémicas. El confinamiento medió de cara a una nueva disputa. Y con el año de la pandemia, este que está siendo el del final de estos meses tan duros. Sin polémicas apenas. Todo es tranquilidad. Ha llegado un nuevo pastor y parece que ha sabido aplacar a las ovejas cofrades, tan dispuestas a la tertulia y a los batiburrillos.

Ojalá sea el comienzo de una nueva era. Sinceramente estaremos todos más tranquilos silbando en la orilla o tomándonos un ‘mojito’ en el chiringuito de turno. No más entretenimientos, por favor. Que la consulta de Antonio Agarrado cuesta una pasta. Ya habrá tiempo para abrir la caja de los truenos cuando comience el curso.