TRIBUNA LIBRE

J. Santiago Lledó Patiño

Vía Crucis

HACIENDO una pequeña variación en el texto de una hermosa canción de Navidad del poeta y compositor Paul Gerhardt podríamos escribir: "Estoy aquí ante tu cruz". "Antes de que con tu mano me hicieras ya habías pensado cómo querías que fuera".

Al inicio de esta Cuaresma celebraremos el Vía Crucis, ante el Cristo de los brazos abiertos, el del amor no correspondido, este año representado por la Sagrada Imagen del Cristo de la Lanzada presidiendo el recorrido penitencial en el que se manifieste el silencio personal de cada uno hacia dentro y para que el pueblo cristiano que le acompañe, sienta su flaqueza humana con toda su esplendidez divina.

Cada día, la experiencia de vida nos confirma que la alegría cristiana tiene sus raíces en la Cruz.

En un mundo globalizado, del que forma parte nuestra sociedad, convivimos con la especulación, la corrupción, la crisis financiera y económica que afecta principalmente a ese pilar básico que es la familia, el empacho de una política de enfrentamiento, la destrucción de vidas humanas -guerras, terrorismo, violencia de género, abortos-, se han levantado tantos falsos ídolos alimentados por el uso del libre albedrío, que muchos piensan durante la primera y segunda adolescencia que la solución está en el consumismo de un apetito desenfrenado con la permisividad sobre-protectora de los adultos más cercanos a ellos.

Deberíamos de preguntarnos si la gran crisis que padecemos es de valores humanos y cristianos, en la que apreciamos un olvido absoluto del bien-ser, pensando solamente en el bien-estar; frecuentemente el tema de la "acumulación de riquezas" aparece en los medios de comunicación, pecado actual que se hace patente en el primer mundo, la lacra del paro que sufre nuestro prójimo, son temas que nos hacen pensar y decidir sobre nuestro comportamiento como cristianos.

La Cruz será siempre el gesto fundamental de la oración del cristiano. En esa profesión de fe en el Dios trinitario, que se "posó" sobre nuestras vidas mediante el sacramento del Bautismo, como fundamento de la existencia cristiana.

Es un sí al Dios que no gobierna con la destrucción, sino con la humildad del sufrimiento y un amor más fuerte que todo el poder del mundo.

Con el mea culpa personal, entramos dentro de nosotros mismos en esta Santa Cuaresma, que este Santo Vía Crucis que vamos a vivir formando parte del Pueblo de Dios, nos haga considerar como Pablo que Cristo Crucificado es el verdadero y vivo "lugar de expiación", en el Dios puso su rostro al descubierto; con una firme decisión de que hagamos entre todos, desde nuestra pequeñez, un Jerez más humano y más cristiano.

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