Crónica personal

Pilar / cernuda

'Vie privée'

LA vida privada de los políticos no puede ser tan privada cuando no están a la altura. El libro de Valerie Trierweiler va mucho más allá de la venganza de una mujer despechada que se encuentra con que su pareja, nada menos que el presidente de la República francesa, le engaña con una joven actriz instalada a pocos metros del Elíseo. En su relato, lo de menos, o lo menos relevante, son los episodios sobre su intento de suicidio, la frialdad de Hollande ante el desmoronamiento emocional y físico de su compañera o su empeño posterior por mantener la relación con ella y el acoso telefónico para intentar una cita, acoso que se producía con sms enviados incluso cuando se suponía que estaba atento a lo que se debatía en las cumbres europeas.

Esos episodios son los que han provocado los titulares. Sin embargo, lo más relevante del libro de Trierweiler, lo más revulsivo, es su relato sobre cómo actúa en privado un político que, por alcanzar el poder, es capaz de cualquier bajeza. De la lectura se deduce algo de lo que tienen constancia quienes conocen las entretelas de la política: muchos de los que se dedican a lo que debería ser un noble oficio no dan la talla ni de lejos.

Trierweiler, periodista política antes que compañera de Hollande, destroza a su ex pareja no por contar con pelos y señales su infidelidad amorosa, sino porque cuenta con pelos y señales cómo Hollande practica sistemáticamente la infidelidad: a sus amigos, a sus principios, a su partido. Su vida privada se mezcla de forma insensata con su vida política, hasta el punto de que no duda en llegar a un acuerdo con su ex mujer, Ségolène Royal, para que ella le ayude a alcanzar la Presidencia a cambio de catapultarla a la presidencia de la Asamblea Nacional. Un pacto que era escandaloso por lo ilegal y porque chocaba directamente con la separación de poderes. Su empeño en mantenerlo fue lo que llevó a Trierweiler a cometer su primer gran error: el tuit de apoyo al rival de Royal en las elecciones de La Rochelle, para impedir que pudiera hacerse con el tercer cargo institucional de Francia.

Trierweiler detalla episodios en los que demuestra la soledad del caído: ni una llamada de los colaboradores de Hollande más amigos, sólo los más alejados del presidente le prestaron apoyo ante el descalabro emocional. Pero sobre todo detalla episodios en los que la deslealtad, la cobardía y la mentira se convierten en actitud habitual entre los que ostentan el poder. Hollande, por supuesto, pero no el único, tampoco Manuel Valls sale bien parado. No por mentiroso sino por cobarde.

Es libro que provoca desencanto.

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