Para salida de la Unión Europea, la fulminante de los viejetes holandeses a los que quieren suministrar con todas las atenciones una pildorita letal. Lo del brexit se queda en puro postureo que apenas araña la superficie jurídica o económica de la vida. El suicidio es el peor de los crímenes, vio claro Borges, porque no mata a una sola persona, sino que, en lo que al ejecutor y víctima concierne, borra de un plumazo la humanidad y el mundo: «Lego la nada a nadie» es su última voluntad. Europa padece una epidemia de nihilismo.

Aunque para los promotores de la píldora eutanásica o eutanázica de barra o borra libre para mayores de 70, no deja de ser un proyecto también jurídico y económico. Jurídico, porque la fácil dispensación quita papeleo y conflictos con los médicos, que se resisten a ejecutar la eutanasia en honor a su vocación. Económico, porque de fondo está el problema de las pensiones y la sanidad, que la socialdemocracia no sabe cómo arreglar si no es cortando por lo sano: trayendo inmigrantes a punta pala y dando pastillitas letales a diestro y, sobre todo, a siniestro. También tiene su parte política, no se engañen, porque los mayores votan facha y su memoria es un estorbo para los planes distópicos de reformar el pasado. Fíjense, por ejemplo, lo pertinaces que son los que vivieron el franquismo y no terminan de tragarse la píldora amnésica de la memoria histórica.

No descarto que a muchos lectores el párrafo anterior les resulte muy exagerado, pero deberíamos preguntarnos cómo es posible que esto sea lo que nos parezca exagerado y no las pastillas letales a los viejecillos. También puede ofenderse alguien de que no les llame «maduros» o «personas de la tercera edad» o «dorados». Ya. A mí llamadme «viejo», porque lo voy siendo y lo seré, D. m., pero pagadme la pensión, y dejaos de píldoras.

Urge crear y difundir una cultura de la vida, que la valore a fondo y siempre en su insondable belleza. Y a la vez encontrar salidas al laberinto del Estado del Bienestar. Hay que apoyar a la familia, alentar económica y culturalmente los nacimientos, encontrar fórmulas para que las personas mayores puedan contribuir a la economía nacional (que las hay), etc. Como explica Cristophe Guilluy, la incapacidad de nuestros dirigentes para encontrar soluciones eficaces a los problemas reales es la prueba de que están acabados. Sólo nos ofrecen lo que tienen dentro: nada.

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