Qué justicia poética acudir a Viñamarina en plena vendimia. Mientras el Marco de Jerez se afana en sus labores, nosotros, que ya nos incorporaremos a esta vendimia bebiendo sus caldos cuando afluyan, acudíamos a exprimir el ejemplo del escritor Aquilino Duque, que este año ha cumplido 90 años, que ya es solera. Los viñadores en sus pagos, nosotros pagando visita en Viñamarina, que es la casa de Duque en Bormujos, el barco sobre la mar y el caballo en la montaña.

Salta el automatismo, cada vez que se habla de Aquilino, de lamentar el pobre reconocimiento institucional que ha recibido por su obra poética, narrativa, ensayística y memorialista. Los galardones se lo pierden. Yo, tan hedonista como aprendí de él, celebraré por todo lo alto el premio de haberle leído.

Precisamente me preocupa mucho el descenso en el tono vital. Me lo recordaba una cita de Dickens: "Entonces la mayor parte de los hombres bebía tanto, […] que quien citase hoy la cantidad de licor que podía consumir un caballero sin perder su buena reputación sería tildado de ridículo o de exagerado". Caemos en todos los órdenes. De los menús pantagruélicos que conoció la historia hemos pasado a las micro porciones de los estrellas michelín. En el amor, más. Repasen las historias no ya de las novelas, sino de nuestros abuelos, y verán hasta qué punto hemos perdido romanticismo, intensidad, entrega, pasión y sacrificio. Incluso en nuestros compromisos políticos, pareciendo que vivimos en una sociedad ultra ideologizada, ¿quién sería capaz de hacer la mochila e irse voluntariamente a una guerra extranjera a luchar por unos ideales, como los loados brigadistas internacionales o los silenciados voluntarios extranjeros de Franco? La caudalosa amistad fluía más antes. Y aún más las vocaciones religiosas, artísticas, profesionales.

Ostentamos otras virtudes a cambio, claro. La tolerancia, la conformidad, la comodidad, etc. Pero ¿no podríamos intentar ganar lo bueno sin perder lo bueno y aspirar mejor a lo mejor?

A sus 90 años, Aquilino Duque tiene de sobra vida de ésa que nos falta. Cuánto entusiasmo por la literatura, por la memoria, por la amistad, por la belleza, por España, sin desfallecer. Qué generosidad con todos, amigos y rivales. La obra y el ejemplo de Duque son los dos premios que nos han dado. Brindemos por él con él, ahora y -con el vino que nos traerán las uvas de ahora- dentro de muchísimos años.

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