Vivir con miedo

La imagen que están dando los taxistas de España es de país venezolano, bolivariano. Una vergüenza

Vivo en un país en el que no quiero vivir con miedo. Generaciones pasadas sufrieron muchos infortunios debidos a las luchas de poder que derivaban en la conquista de tierras, fronteras y dinero, por lo que murieron muchas personas. La mayoría inocentes que sólo se dedicaban a vivir de su trabajo por el que recibían una miseria económica. Ellos fueron los santos inocentes españoles. En mi generación, de niña, a mi padre siempre le escuchaba decir, cuando renegábamos por el plato de lentejas que había cocinado mi madre, que debíamos vivir la guerra para saber lo que era pasar hambre. A mí me ha tocado vivir con miedo durante la época de la banda terrorista ETA, que he visto agonizar y extinguirse gracias a la lucha política de los partidos que, juntos, acabaron con ésta amenaza dramática y constante. Recuerdo que cada día llegaba a hacer la revisión de los bajos de mi coche antes de salir de casa, por la mañana, cuando llevaba a mis hijos al colegio. Incluso, el guarda de seguridad de Canal Sur me pasaba el espejo para ver si había adherido algún explosivo en la panza del vehículo, antes de que yo entrara en la televisión. Vivíamos con escolta y eso es también para contarlo. Esta semana los taxistas que se han manifestado y siguen en paro indefinido por las calles de Barcelona y Madrid se han retratado como una auténtica amenaza social. También ha pasado en Andalucía y espero que lo que sucede estos días sea el ejemplo irrepetible en nuestra Comunidad. Agreden, queman coches, pinchan ruedas, apedrean las ventanillas, hieren pasajeros, increpan a los viajeros que usamos otras alternativas, estando en nuestro derecho. La imagen que están dando es de país venezolano, bolivariano. Una auténtica vergüenza. Delatan su desmesura agresiva e incapacidad de negociación democrática. No saben mantener el discurso libre, sereno, para ajustarse a las nuevas circunstancias de la evolución progresiva. El gremio del taxi ha sido muy respetado por todos los ciudadanos, siempre. Son una empresa privada que da servicio al público. Les hemos defendido cuando ellos temían por sus vidas ante clientes violentos que les robaban durante los trayectos, desprotegidos. Ahora nos responden así. Amenazándonos, agrediéndonos, insultándonos. Hay otras maneras para desplazarnos y podríamos, incluso, vivir sin ellos. Es cuestión de cambiar las dinámicas cotidianas. Deben dejar de engañar, porque muchos taxistas tienes varias licencias y además de VTC. Ante todo, de convertirnos en sus rehenes. Somos libres en un país libre en el que el miedo no tiene cabida.

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