La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Volverán los besamanos

Me dice quién más sabe de su hermandad que el beso en el talón al Señor del Gran Poder se remonta a finales del siglo XVIII o principios del XIX, en el entorno de la novena de 1799 del beato Diego de Cádiz y la institución de la visita de los viernes. Y también que la afluencia era tan numerosa que en un inventario del XIX aparece un recubrimiento de plata para evitar el desgaste -¡bendito desgaste!- del talón.

Es sabido que el primer besamanos de la historia fue el de la Macarena, el 18 de diciembre de 1925. En las actas de la hermandad se recoge que hubo horas "en las que era imposible andar", que cuando iba a concluir había tal muchedumbre aguardando que debió retrasarse el cierre de las puertas y, no bastando, reanudarlo al día siguiente.

Soy historiador de arte: sé la importancia que tiene la conservación de las obras; pero precisamente por serlo -lean La Madonna Sixtina de Martin Heidegger- sé también la importancia que tiene mantener la obra en su lugar original cumpliendo la función para la que fue hecha. Duele ver al Cristo de Velázquez en el Prado, tan maravillosamente conservado como devocionalmente muerto desde que lo arrancaron de la sacristía del convento de San Plácido de Madrid. Es tan poderoso que, confinado en el museo pero multiplicada su imagen en estampas, inspiró a Unamuno su conmovedora oración en forma de poesía: "Tú que callas, ¡oh Cristo!, para oírnos, / oye de nuestros pechos los sollozos; / acoge nuestras quejas, los gemidos / de este valle de lágrimas".

Además de historiador soy devoto: sé la importancia que para muchos de nosotros tiene el beso a la sagrada imagen. Y si alguna duda tuviera, que no la tengo, me bastaría recordar una vez más la frase escrita por un niño en el libro de firmas durante el besamanos de la Macarena: "Dale un beso a mi papá". En su día escribí que nadie, ni Juan Manuel, ni los Quintero, ni Romero Murube, ni Rodríguez Buzón, ni Juan Sierra, ni Caro Romero, ha expresado quién es -no qué e- la Esperanza y qué hace con los besos que se le dan: llevarlos a quienes viven ante su real presencia. Espero que vuelvan los besamanos. Que padres y abuelos puedan seguir acercando la manita de sus hijos y nietos casi recién nacidos a las de la imagen de su devoción, alzarlos cuando sean más mayorcitos para que las besen y que, Deo volente, años después ellos les envíen sus besos cuando ya no puedan dárselos en este mundo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios