Un volcán de ceniza cae sobre Vargas Llosa por hacer algo habitual: criticar a los que no votan como a uno le gustaría. Nadie discutirá que don Mario es mejor escritor que político. También es evidente que el premio Nobel está mayor, no sólo por su bastón. A sus 85 años, en su intervención el jueves en la convención del PP tuvo varios lapsus, como llamar comandante Ordóñez al presidente Daniel Ortega o no ser capaz de recordar el nombre del escritor Sergio Ramírez, perseguido por el dictador nicaragüense. Así que parece exagerada la escandalera por una frase dicha en la función sevillana de la turné propagandística de Pablo Casado.

Vargas Llosa dijo que "lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien", pero a continuación añadió que "las elecciones libres son muy importantes, pero también es muy importante que quienes votan, voten bien". Ese comentario, sobre el voto a líderes populistas de izquierdas en América Latina, se comió al resto del espectáculo del PP en Villa Luisa, lugar de celebración de bodas de postín. Incluso eclipsó las ocurrencias del ex presidente Aznar y las lisonjas del presidente Moreno para mayor gloria de Casado.

La queja contra los que votan mal no es nueva. Cuando en las elecciones de 1977 el PSP de Tierno Galván sacó sólo seis diputados frente a los 118 del PSOE, el viejo profesor dijo que los suyos eran votos de calidad. Cuando en 2018 Vox sacó 400.000 votos en Andalucía, en Cádiz hubo una manifestación de protesta de la izquierda radical contra los que habían votado mal. Y el día de la investidura de Moreno, organizaciones feministas reunieron a miles de personas ante el Parlamento andaluz para protestar por el apoyo de Vox, partido al que habrían votado mal al menos 100.000 antiguos electores de izquierdas.

Casado se niega a que "los comunistas" puedan intervenir en la elección del Consejo del Poder Judicial, porque piensa que los 2,4 millones de votantes de Unidas Podemos han elegido mal y aunque voten en libertad no tienen los mismos derechos políticos que los que le votan a él. Cuando en Vox consideran al Gobierno ilegítimo por estar apoyado por "bilduetarras", están considerando que los 220.000 votantes del EH-Bildu se han equivocado. En el Parlament los ultranacionalistas catalanes se ausentan cuando habla el portavoz de Vox, porque seguramente imaginan que los 200.000 electores de la ultraderecha españolista no saben votar. Aquí todo el mundo mira por encima del hombro a quien vota distinto y piensa que se equivoca. Que Vargas Llosa se atreva a decirlo en público, aunque con cierta torpeza, no merece tanta matraca. Yolanda Díaz ha dicho que el voto de una mujer trabajadora vale lo mismo que el de un señoro que es premio Nobel. Pero si esa trabajadora votase a Vox, probablemente interpretaría que ha elegido mal.

Libertad y respeto al resultado van unidos. Y el que nunca haya pensado que otros se equivocan que tire la primera piedra.

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