En tránsito

eduardo / jordá

'Wikigobierno'

UNA de las supersticiones modernas más estrambóticas consiste en hacernos creer que internet ha creado una inteligencia colectiva que puede llegar a mejorar incluso el gobierno de los ciudadanos. Estas teorías son todavía minoritarias, pero están ganando terreno entre los movimientos antisistema que se nutren con todos los que se sienten estafados -y con razón- por la maquinaria antediluviana de la política tradicional. Y hay gente, por ejemplo, que está convencida de que se puede gobernar un país a través de una ciberdemocracia -el wikigobierno, lo llaman-, en la que todas las decisiones se tomen de manera mancomunada a través del voto electrónico de los ciudadanos.

O sea, que para decidir sobre las balanzas fiscales de las comunidades autónomas, o la violencia de género, o las subvenciones a los cultivos de alfalfa, o la edad de consentimiento sexual, o la reválida en el segundo ciclo educativo, o las normas de envasado del salchichón, o el impuesto de sucesiones, o el uso del casco por los ciclistas, o el concordato con la Santa Sede -y cito sólo los primeros casos que se me ocurren-, basta con que los ciudadanos se pongan a votar en las plataformas digitales: "Sí", "No", "No sabe/no contesta". Nadie se pregunta cómo se pueden votar tantas cuestiones diferentes y tan complejas, ni quién está capacitado para hacerlo, ni cómo se van a poner en funcionamiento unas leyes que por su propia naturaleza estarían constantemente sometidas a un proceso de revisión. Porque esta supuesta democracia digital quiere cambiar por completo los mecanismos estáticos de la política tradicional. Y en vez de leyes fijas y de procedimientos opacos, nos propone un gobierno en el que todo esté sometido a revisión por parte del ciudadano.

Lo que más me preocupa de estas ideas impracticables es que puedan ir calando entre una ciudadanía cada vez más decepcionada con las prácticas de la vieja política. La ciberdemocracia promete el mayor grado posible de democracia, pero la lleva hasta tal extremo -todo el mundo votándolo todo durante todo el tiempo- que en realidad está impidiendo el ejercicio mismo de la democracia. Y lo peor de todo sería que esta nueva práctica política acabara aliándose con las pulsiones antidemocráticas, tanto a derecha como a izquierda, que están empezando a surgir en nuestra sociedad. Miedo me da pensar en un wikigobierno digital: el Gran Hermano totalitario seríamos todos nosotros. Y haríamos el papel de mil amores.

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