Alberto Núñez / Seoane

… y Zapatero sube los impuestos

Para tratar de no desvirtuar el asunto que hoy les comento y evitar que se desvíe la atención en otra dirección que no sea la pretendida, no voy entrar en matices de tipo político: que si el PSOE, que si el PP, que si el PP, que si el PSOE… Tampoco voy a discutir sobre ideologías: que si de izquierdas, que si de derechas, que si liberal, que si socialista, que si tal, que si cual… Tan sólo les voy a escribir sobre hechos. Hechos concretos, reales y, como tales, no discutibles.

Un hecho es que cuando, hace seis años, Zapatero alcanzó el Gobierno de España, la situación económica del país era envidiable. La Seguridad Social batía record de afiliación y arrojaba un altísimo beneficio, impensable unos años atrás; el paro se colocaba por debajo del cuatro por ciento de la población activa que, sin ser un completo éxito, suponía el mejor registro de la historia; la balanza de pagos del Estado era positiva y el déficit público bajó del dos por ciento del Producto Interior Bruto; la pujanza de la economía española colocó al país dentro del grupo de los diez más ricos del mundo… y cosas por el estilo.

Es cierto, y es un hecho, que la situación de crisis profunda en la que entró la economía mundial ha sido parte de la causa de que todos los indicadores antes mencionados, hayan cambiado, de modo drástico, para mal. Pero igual de cierto es, y también es un hecho, que ésta no ha sido, en absoluto, la única causa del desastre que ahora padecemos.

Comenzando por la negación de lo que era evidente, para todos menos para él, Zapatero empezó demasiado tarde a aceptar la realidad, demasiado tarde a reconocer su gravedad, demasiado tarde a ponerse a pensar en soluciones y demasiado tarde en ponerlas en práctica.

Continuando por el hecho de que Zapatero también fue incapaz de saberse rodear de profesionales -¡pro-fe-sio-na-les!, no politiquillos, colegas o camaradas- capacitados para hacer frente a una situación de semejante envergadura, y concluyendo con la incontestable realidad en la que hoy nos encontramos que demuestra, sin resquicio de duda, que no se han sabido hacer las cosas como se hubiese debido; terminamos por llegar a donde quería: Zapatero nos sube los impuestos.

A nadie, ni aquí, ni en Rusia, ni en USA, le gusta pagar impuestos, es un hecho, y menos nos gusta aún que, cuando se consideran excesivos -o sea: casi siempre-, se incrementen todavía más. Pero en este asunto también existe, como en todo, una "delgada línea roja" que separa dos abismos: lo que está bien, porque supone "algo bueno" para la mayoría y lo que está mal, porque sólo beneficia a unos pocos en detrimento del resto.

Cuando los ciudadanos asistimos, entre perplejos, incrédulos e indignados, al circo que tiene montado la "alta" clase política de este país; no terminamos de creer lo que los medios de comunicación nos certifican cada día: el dislate, la desvergüenza y el despilfarro son los parámetros que definen la administración que del dinero público hace las distintas Administraciones del Estado, unas más y otras menos, pero todas al fin.

Podría llenar muchos folios detallándoles hechos que demuestran la poca vergüenza con la que demasiados políticos dilapidan nuestro dinero, de hecho -valga la redundancia-, hace unas semanas les facilitaba un nutrido rosario de ejemplos. Hoy, por no ser cansino, sólo les voy a comentar uno -para muestra, bien vale un botón-.

¿Saben ustedes cuánto nos cuesta cada uno de los carteles con los que el Gobierno de España anuncia su 'Plan Ê' para publicitar cada una de las obras que se están haciendo con cargo al presupuesto de esta medida anti-crisis? Pues cada uno cuesta, porque no los vale, mil euros (1.000,00 euros).

¿Saben ustedes cuántos carteles del 'Plan Ê' se han repartido por toda la geografía española? Pues se han colocado 48.000 cartelitos.

¿Saben ustedes cuánto es 1.000 x 48.000? Pues son cuarenta y ocho millones de euros (ocho mil millones de pesetas).

Zapatero nos engaña usando demagogia barata, diciendo que hay que subir los impuestos por la prestación extra para los parados sin cobertura. Pero la realidad es que han despilfarrado el dinero público hasta lo increíble y, ahora, su "solución" es despellejar, aún más, a los ciudadanos, ¡deplorable!

Conclusión: si los responsables de administrar el dinero que pagamos, que tanto nos cuesta ganar, no tienen ni conocimientos para ello -es un hecho-, ni escrúpulos para dilapidarlo -es un hecho-, ni vergüenza para defraudarlo -también es un hecho-, ¿qué esperan que hagamos cuando se disponen a esquilmar lo poco que han dejado en nuestros bolsillos?

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