Un abismo a los pies

Ahora que el juez Marchena dejó clara la importancia del TS, es buen momento para pensar en el Juicio Final

Según las actas de la banda terrorista ETA, Zapatero, José Luis Rodríguez Zapatero, alias Gorburu, les dio el soplo de una operación de la policía francesa. El hecho, en sí, ya sería de la más alta gravedad legal y moral, pero encima apunta [si me perdonan la palabra] a las concesiones a la banda en una negociación sin límites que nos humilla como nación y nos pudre como Estado de Derecho y que quizá siga operando en los pactos parlamentarios (véase la Moción o véase Navarra). Esperemos que se investigue, incluso a instancias del propio Gorburu, alias ZP, al que suponemos el más interesado en que se esclarezca que él no se atrevió a tanto.

Si los españoles podemos permitirnos tener esperanza en algo a estas alturas es en el poder judicial, así que no caigo en el pesimismo total. También los historiadores tendrán algo que decir, si no media una nueva ley de la memoria histórica. Pero yo reconozco que la sola sospecha verosímil de un presidente de mi país colaborando con una banda armada abre un abismo político a mis pies. Me entra un vértigo apocalíptico. De pronto, he recordado uno de los pocos escolios de Nicolás Gómez Dávila al que le ponía algún reparo: "El mundo moderno no tiene más solución que el Juicio Final. Que cierren esto".

El Juicio Final es una solución estupenda. Allí lo sabremos todo y ningún poder del mundo podrá ocultar lo más mínimo. Baudelaire comprendía muy bien a los que negaban la vida eterna, porque (explicaba) estaban, lógicamente, "interesados". También abundarán los interesados en que no se celebre la vista del Juicio Final, porque habrá cosas que no quieran que salgan a la luz y taquígrafo de los ángeles secretarios del Valle de Josafat. Ya de la mejor ni hablamos, aunque se ve que Dante también pensó que, para impartir justicia a los políticos de su época, nada más necesario que unas dosis de trasmundo eterno.

Para nosotros, ciudadanos de infantería, que hemos soportado estoicamente a pie firme tantas lecciones morales, fiscales y políticas de estos señores con sus alias y todo en las actas de ETA, será, sin embargo, un alivio plantarse en el Juicio Final, dándole la razón a Gómez Dávila. Aunque tampoco quiero pecar de confesional (valga la paradoja). Quizá con la justicia ordinaria, con la investigación periodística y con el trabajo lento pero seguro de los historiadores podamos ir tirando por ahora, mientras tanto.

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