LAS EMPINADAS CUESTAS

Amparo Rubiales

La 'abuelidad'

VÍCTOR Márquez Reviriego escribe en un artículo que me dedica, y que le agradezco, que "abuelidad no existe (y, además suena mal); abolengo tiene otro sentido", y, al leerlo, adquiero conciencia de que siendo cierto, sólo evidencia eso tan sabido de que las lenguas cambian de continuo, que no hay que sacralizarlas, y menos cuando se usan para referirnos a situaciones nuevas; cuando una palabra suena mal es sólo por costumbre; a mí me gusta abuelidad, porque además es femenina. La abuelez es otra cosa.

La palabra, que, por otra parte, sí se usa, desde hace años, en psicología, tiene la ventaja de que engloba por igual a abuelos y abuelas, y hoy, difícilmente, se entendería la vida sin nuestra existencia. La abuelidad está ya globalizada, y la protagonizan, como casi todo lo que tiene que ver con el cuidado de las personas, más las abuelas, aunque, es verdad, que se ven ya a abuelos que se ocupan también de sus nietos.

Se habla mucho sobre este nuevo rol que desempeñan abuelos y abuelas, antes inexistente; se escriben libros sobre el síndrome de la abuela esclava, en los que se afirma que "una responsabilidad excesiva en las tareas domésticas y el cuidado de los nietos tiene serios riesgos para la salud de las mujeres adultas"; hay expertos que denuncian abusos, que los hay, aunque la gran mayoría de los afectados/as reconocen que el trato frecuente con sus nietos/as les rejuvenece y produce una enorme alegría (82%).

Todo lo que está pasando tiene que ver con los cambios operados en nuestras vidas, consecuencia de su larga duración, de que la edad de jubilación, aunque se retrase, sigue dejándonos muchos años de vida satisfactoria, y, sobre todo, por la incorporación de las hijas al mercado de trabajo, y porque la conciliación de la vida laboral y familiar sigue estando lejos de alcanzarse, y, como algo inevitable, recae sobre las mujeres el cuidado de la prole, y éste, o se hace directamente por la propia mujer, como antes, por una tercera persona que presta ayuda remunerada, cuando la economía lo permite, o por las abuelas, hoy cada día más frecuente; éste, como trabajo doméstico que es, sigue siendo económicamente invisible, no incorporado al PIB.

El problema de la abuelidad no está resuelto; no se trata de remunerar su trabajo, sino de hacer lo que tanto cuesta: ser justos y equilibrados. Los nietos/as son lo mejor que nos pasa en estos momentos vitales, y hay que disfrutarlo, pero nunca a costa de nuestras propias vidas… y que conste que adoro a mis nietos/a; mi nuera me llama "la abuela coraje", pero mi dedicación es voluntaria y no hay exigencia por su parte.

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