EL coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara, y el candidato de la coalición para las elecciones generales, Alberto Garzón, han propuesto que IU busque la convergencia de todas las fuerzas de la izquierdas para presentar una candidatura conjunta en dichos comicios.

La iniciativa común de la vieja y la nueva IU parte de una constatación y de una concepción. La constatación: en las pasadas elecciones municipales, Podemos, la propia IU y otros colectivos progresistas han obtenido magros resultados allí donde han concurrido por separado, y éxitos innegables allí donde se forjaron candidaturas de unidad popular (Madrid, Barcelona, Zaragoza o La Coruña). Una concepción de base: esta unidad popular se entiende circunscrita a la izquierda radical y excluye expresamente al PSOE, ya que su objetivo ha de ser la derrota del bipartidismo y de las políticas neoliberales.

Lara y Garzón, Garzón y Lara, han asumido la irreversibilidad de la decadencia de Izquierda Unida y la consagración de Podemos como el referente principal de la izquierda anticapitalista. Reconocido lo cual, se trata de salvar los muebles de la organización que pilotó Julio Anguita en 1986, aceptando su condición secundaria a cambio de asegurar su supervivencia como pequeña fuerza autónoma que no renuncia a sus siglas y a su historia.

Tengo la impresión de que no lo va a conseguir. Por un lado, el crecidísimo Pablo Iglesias no parece muy propenso a la generosidad con un partido al que se propuso engullir desde el minuto uno del nacimiento de Podemos. Engullir sus militantes y engullir sus votos. Además, las tres elecciones celebradas desde entonces no han hecho más que redoblar su apetito. Por otro lado, recupero mi vieja teoría: Podemos es una creación, entre otros orígenes y confluencias, de dirigentes y cuadros insatisfechos de Izquierda Unida que abandonaron la coalición desde el radicalismo y supieron responder mejor que IU a los nuevos movimientos sociales, indignados y otros huérfanos del sistema político tradicional. Ahora reclaman a los que quedan en IU que sean ellos los que acudan sumisos a la nueva casa común.

Tampoco es que IU tenga otras opciones. Aliarse con Podemos, como quieren, les llevará a la absorción y la pérdida de identidad. Seguir como fuerza independiente les garantiza el ocaso. El dilema es sólo sobre qué forma de agonía prefieren.

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