Dos alcaldes pillados 'in fraganti'

Como las medidas y restricciones son aleatorias y contradictorias, después pasa eso. No se las creen ni ellos

En este país existe una doble moral para la derecha o para la izquierda, para unos temas o para otros, según el catecismo ateo que algunos se han inventado. Pero el problema va a peor, porque están consiguiendo el efecto contrario. Pongo un desgraciado ejemplo: desde el pasado domingo, por culpa del incidente del estadio Carranza, ha aumentado el racismo. Y no por la frase atribuida a Cala, sino porque después se han escuchado barbaridades. Como tantas veces, ha sido peor el remedio que la enfermedad. Y eso nos lleva al alcance de las ideas, en una sociedad como la nuestra, encarajotada por una parte, crispada y sectaria por otra, donde la moderación y el buen talante entre los que piensan diferente se han venido abajo, ante tanto odio. Pues con los alcaldes pillados in fraganti hemos visto otro episodio curioso.

Es sabido que al alcalde de Cádiz, José María González, nuestro Kichi, lo pillaron en la terraza de un bar incumpliendo la norma de un máximo de seis personas. Su excusa sonó a cachondeo: como se ven tantas veces son casi convivientes. Por otra parte, el alcalde de Chiclana, José María Román, fue pillado en una playa sin mascarilla, y se justificó con la excusa de que se le había olvidado en el coche. Kichi es un alcalde de Adelante Cádiz (o como se llamen), un anticapitalista, o algo de eso. Román es del PSOE de toda la vida, y un fiel devoto de Pedro Sánchez desde antes de ser presidente.

Ambos casos son anecdóticos e irrelevantes, pero responden a lo que decía al principio. Si hubieran pillado a un alcalde del PP y a otro de Vox estarían en la picota pública, con peticiones de dimisión por las horribles consecuencias que sus bochornosas acciones podrían causar en la humanidad, con tantos muertos en la pandemia, etcétera. Pero como proceden de la izquierda, se les disculpa en líneas generales, y se ha visto como una travesura, o un desliz. Total, a fin de cuentas, no son los únicos. El que no se salte alguna norma o restricción aleatoria que tire la primera piedra.

Y ese es el problema. Son dos infracciones muy leves. Donde comen y beben seis personas sin mascarillas puede haber siete; para evitar el peligro real no debería beber ninguna. Y llegar a una playa sin mascarilla (y sin gente alrededor) no es contagioso para ningún ser humano.

Como las medidas y restricciones son aleatorias y contradictorias, después pasa eso. No se las creen ni ellos. No se comportan ni ellos. Como dice Fernando Simón, al principio no sabían qué hacer y encerraron a la gente. Después tampoco saben qué hacer, pero ahí siguen. Llega la cuarta ola.

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