En tengo un amigo que su sangre se compone por un tanto por cierto de buena gente, otro de gaditanismo y una tercera parte por la sencillez de su alma.

Amigo de sus amigos y enemigo de muy poquita gente, en su sonrisa caben todos los estribillos del mundo y todas las penitas que el mundo de los estribillos a veces le produce.

Es lo que tiene amar y querer a la fiesta como él la quiere, poniendo cada vez que llega febrero los cinco sentidos para entregarse a ella a quema ropa; pero tiene una habilidad única: él siempre ve los dos coloretes medio pintados, nunca a medio pintar.

Y es que mi amigo Mario del Valle es así.

Su corazón es trasparente como esa orilla de La Caleta donde en verano suele hundir sus pies para seguir despetalando puestas de sol junto a la niña de sus ojos.

Su corazón es enorme como las cortinas del Falla, un teatro que lo quiere, lo espera y lo aprecia, y cuyos ladrillitos colorados han sido felices al verlo a él feliz y arrancarse la espinita chirigotera del año pasado.

Su corazón es como el barrio de la Viña cuando las luces de purpurinas acogen al forastero para que los recuerdos se cosan entre alegrías en algún dobladillo de la memoria.

Así es Mario… Entregado, servicial, humilde; Inocente, ingenuo, afable; modesto, caballero, sensato…

No tiene dobleces. No utiliza el doble sentido de la vida para hacer daño. No hay pasadizos oscuros en su mirada.

Por eso, te deseo que la vida te devuelva uno a uno los latidos que por los demás te has ido dejando por el camino, y permíteme que te de las gracias por dejarme vivir, estar y compartir la azotea de tus días. Y si triunfas, como tú siempre has soñado… yo estaré cerquita de ti.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios