HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

744 aniversario

MI admirado luchador contra las mentiras históricas, culturales y lingüísticas, Francisco Rodríguez Adrados, dice que las cosas importantes hay que repetirlas muchas veces. Siguiendo su consejo de sabio, conmemoramos hoy la feliz reconquista de Jerez por Alfonso X, para incorporarla a la culta Europa y a la Cristiandad, y alejarla de los desiertos africanos y de un Islam dividido que ya tenía los gérmenes del fanatismo bastante extendidos. Por fortuna, esa reconquista, que hoy cumple 744 años, no tiene vuelta atrás. El eminente historiador Antonio Domínguez Ortiz, cuando los nacionalismos errados y el deseo de novelerías de una izquierda analfabeta empezaron a interpretar Al-Ándalus como su identidad política, nos tranquilizó al asegurar que Andalucía -que no es Al-Ándalus- nunca volvería a ser musulmana. Con esa seguridad vivimos y celebramos con gran contento el 9 de octubre.

Comprendo, y no se lo reprocho porque no influye para nada en mi ánimo ni en mis escritos, que todos los años, me pongan verde los cuatro vociferantes que creen de verdad, y con la buena fe de los simples, que la reconquista jerezana fue un genocidio (henotsiddio, diría la sacerdotisa Rigoberta Menchú) para arrebatarle a los musulmanes un reino rico, tolerante, culto, emporio del arte y del pensamiento. Si algo quedaba en "los elíseos jerezanos campos" de altura y de nobleza, se debía a que los caballeros moros imitaban a los cristianos y la población, en su inmensa mayoría, era descendiente de hispanorromanos conversos, y no nosotros descendientes de árabes. A Hispania vinieron muy pocos árabes para invadirla, y durante toda la ocupación, impidiéndonos el papel dirigente de la Romanidad que tomaron para sí los francos. Quienes deseen leer a los buenos historiadores al revés son muy dueños.

Viendo la deriva del Islam en los últimos tiempos, que no es sino la consecuencia de la desunión, los malos gobiernos y el hacer de la religión una política sin revoluciones ni exégesis, no podemos sino alegrarnos de haber escapado del proceso diabólico musulmán, ya gobernante en algunos Estados. Es verdad que no todos los musulmanes son guerreros violentos e ignorantes, y en convencernos de lo sabido están sus defensores, pero los que no lo son están en minoría o no tienen las simpatías populares. A las masas les gustan más los líderes armados que elevan su orgullo con arengas y fantasías históricas, que los predicadores de religiones de paz y misericordia. En Occidente hemos tenido un proceso muy largo, lento y doloroso para llegar a la sociedad democrática moderna, gracias a un sistema de pensamiento propio que no tiene parangón. Nuestras raíces están en Grecia y Roma, no en los pedregales de Arabia. Haber vuelto al seno cultural materno es lo que celebramos hoy.

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