Todo el año debería ser carnaval

La vida merece ser disfrazada, lector. Porque hasta ella misma se cansa de sí

Ya vendrá Doña Cuaresma con sus estrecheces. Pero no se me anticipe usted. Porque como decía don Antonio Machado hoy es siempre todavía. Así que olvide los días venideros y abrácese a Don Carnal. Al Carnaval. Larra tiene un artículo que se titula El mundo todo es máscaras. Todo el año es Carnaval. Allí dice que se encuentra "entregado a profundas meditaciones filosóficas, nacidas de la dificultad de escribir diariamente para el público". Maestro Larra, yo, que lo hago cada semana, me he hallado en la misma tesitura que usted y he optado por ser arriesgada, por pintarme dos coloretes como hacen en la querida Cádiz y echar al monte esta columna: vestirla de Carnaval. La vida merece ser disfrazada, lector. Porque hasta ella misma se cansa de sí. Aplique usted a su dolor un buen estribillo que le haga reír. Tómese el conflicto familiar a chirigota. Finja que no nos aguardan los talleres mecánicos, las sucursales ni las salas de espera. Piense que deben de existir realidades más longevas que la hipoteca, aunque ahora no nos venga ninguna a la mente. Olvidemos al olvido. Creámonos Napoleones y emperatrices. Póngase un buen antifaz y mire alrededor. ¿Verdad que todo es distinto? El secreto reside en que cuando nos disfrazamos no sólo cambiamos nosotros, sino que también se transforma el entorno. Las calles dejan de parecer túneles carcelarios y se asemejan a paseos encaminados hacia la sal del mar, que aguarda en la inminencia. A través del antifaz, el cielo ya no amenaza con caer sobre nuestras cabezas en forma de tormenta política, sino que se vuelve un campo azulado por el que las lunas lorquianas cabalgan desbocadas. Las redes no son un hervidero de odio grupal y vuelven a su sentido originario, son las del pescador que trae la caballa recién cogida. Mediante el disfraz, se retoman los rostros de las personas queridas, y estoy segura de lo que digo cuando afirmo que acariciar una máscara puede ser más emotivo que una tarde de amor primero. El espíritu del momento es saber que todos moriremos un día, en efecto, pero, ¿y el resto de días? El resto es para nosotros. No sé si tenía razón Larra al decir que el Carnaval es continuo, que dura todo el año. Pero debería. Y, por si acaso, tengamos en cuenta que la vida bulle y no espera. Que ya vendrá Doña Cuaresma con sus estrecheces. En confianza, entre usted y yo, ahora que nadie nos escucha: ¿cómo se ve su mundo a través del antifaz?

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