Si hay algo que, sin temor a equivocarnos, podemos asegurar del inminente 2019 es su indiscutible carácter electoral. Celebradas ya las elecciones andaluzas, es probable que se concentren en el año que llega hasta cinco citas con las urnas, una circunstancia verdaderamente excepcional que abre un horizonte político tan mudable como apasionante. Tocan por calendario elecciones autonómicas, municipales y europeas. El hecho mismo de hacerlas coincidir el domingo 26 del próximo mes de mayo quizá provoque un aumento notable de la participación en estas últimas, tradicionalmente las que menos entusiasmo levantan entre los votantes. Las 13 comunidades españolas no históricas (todas excepto Andalucía, Cataluña, País Vasco y Galicia) renuevan sus parlamentos bajo el doble signo del inestable tablero partidista y del impacto seguro del conflicto catalán. Cómo influyan en la voluntad popular estos dos factores y con qué intensidad se traduzcan en porcentajes y escaños acaso acabe configurando un país distinto, convirtiéndose así en una suerte de punto de inflexión que condicione nuestro futuro. En este sentido, no debe olvidarse que el auténtico poder reside hoy en las autonomías y que lo que en ellas ocurre tiene un efecto inmediato en la vida y en las perspectivas de millones de ciudadanos. Otro tanto cabe decir de las elecciones municipales, aunque aquí la dinámica es algo diferente ya que alcanzan un valor determinante nombres, trayectorias y personas.

La convocatoria de elecciones generales no pasa, a pesar de lo que se afirma, de mera posibilidad. Es Pedro Sánchez quien tiene que decidir si las adelanta -tiene hasta junio de 2020- o si, sumando apoyos puntuales cada vez más estrafalarios y costosos, agota la legislatura. Todas las hipótesis están abiertas: desde la que vaticina una cita prematura, incluso previa a las anteriores, hasta la que, conociendo al personaje, pronostica que agotará todos sus minutos. Tampoco puede descartarse el famoso superdomingo, un pandemónium de urnas en las que nos jugaríamos todo lo jugable. Y, en fin, las catalanas, un azar que, abandonada allí toda lógica, surgirá de pronto cualquier día, tensando aún más la cuerda en una sociedad profundamente divida.

Todo esto sucederá en 2019, el año de las urnas, brumoso por desgracia también en lo económico y políticamente incierto como pocos. Ojalá que entre todos sepamos encontrarle el menos peligroso de sus desenlaces.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios