Aprimera hora de la mañana, en una cafetería, veo a un padre desayunando con su hija adolescente. El padre está absorto en la pantalla de televisión con la acostumbrada ronda de noticias. La hija se dedica a mirar con desgana su móvil. Está claro que viven en mundos distintos. El padre se preocupa por la política, como casi todos los adultos en estos tiempos inciertos, mientras que la hija sólo se preocupa de las fotos en Instagram o de esa molesta espinilla que no sabe cómo quitarse. Es decir, justo lo que preocupa a todos los adolescentes desde que los jóvenes empezaron a vivir una vida propia, desligada del trabajo y las obligaciones, cosa que ocurrió a mediados del siglo pasado, más o menos cuando Chuck Berry cantaba Sweet Little Sixteen.

Hace poco hubo una iniciativa parlamentaria para rebajar a los 16 años la edad electoral. La cuestión no pasó de ahí, pero el debate existe. En realidad es imposible saber cuándo está alguien capacitado para votar, y si lo pensamos bien, dados los últimos resultados electorales -y los previsibles de junio-, quizá lo que se debería hacer con nosotros no es rebajar la edad electoral, sino subirla hasta los 104 años, a ver si así algún día se pudiera formar Gobierno. De todos modos, el tema es complejo. La creencia general es que el voto joven es progresista, ya que los jóvenes suelen estar a favor de los cambios y no tienen tanto miedo a votar a partidos que propongan medidas que puedan parecer heterodoxas o poco usuales. Y esto es así porque los adolescentes tienden a pensar que en la vida hay siempre una segunda o una tercera oportunidad, así que no hay decisiones irreparables. Los mayores, en cambio, saben que en la vida no hay segundas oportunidades -o si las hay, no siempre se aparecen a tiempo-, así que suelen ser mucho más cautelosos a la hora de votar. Esto explica, supongo, que el padre de la cafetería estuviera tan preocupado por la situación política mientras su hija adolescente se dedicaba a mirar aburrida el móvil. Pero en Austria, donde se puede votar a los 16 años, el tercer partido más votado en las últimas elecciones pertenece a la más rabiosa extrema derecha. O sea que las cosas no están tan claras.

Y además, uno se pregunta qué necesidad hay de sacar ahora este asunto cuando hay temas mucho más acuciantes en nuestro país. Está visto que nos encantan los debates inútiles.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios