Queda un siglo para el 4 de mayo y no sabemos qué pasará en las elecciones de Madrid y con qué consecuencias. ¿Una victoria clara de Isabel Díaz Ayuso dispararía las ansias de emulación electoral de Juanma Moreno? Bonilla podría tener la tentación de aprovechar el rebufo y no vería con malos ojos el plus de independencia o autonomía reforzada ante Pablo Casado que se ganaría Ayuso en las urnas. Pero si la victoria de Ayuso dependiese al fin de los apoyos de Vox, el PP andaluz, fervoroso centrista, podría cortarse, si puede confiar en Ciudadanos. Y como el viejo zorro de las marismas que es Juan Marín aprenderá del batacazo probable de Edmundo, lo lógico es que se asegure a sí mismo asegurando a Moreno Bonilla. Como ven, el mercado de futuros está muy abierto.

Mientras tanto, algo presente tiene más futuro que todos los futuribles. Son los aplausos que estamos viendo/oyendo en la campaña de Madrid y los que no estamos viendo. Hay que fijarse. Todo no pueden ser análisis virtuales de gabinete. A Isabel Díaz Ayuso se la aclama en Mercamadrid y muchos bares enarbolan sus carteles electorales. Vox acude a los barrios más populares de Madrid y tiene actos tan populosos que desde el Gobierno le acusan de poner en riesgo las medidas (multiusos) contra el Covid. Los actos en sí de la izquierda están resultando tan asépticos como inanes, cuando no se suspenden directamente. Acuden más activistas de izquierdas a los actos de Vox que a los de Podemos, el PSOE y Más Madrid juntos. Para tratar de reventarlos, sí, lo que demuestra, además, que les mueve mucho más la rabia que la ilusión.

Cómo se vaya a traducir todo esto en votos entra dentro de los futuribles. Pero lo palpable es que los aplausos a unos y a otros, y a otros no, muestran cómo gana protagonismo el eje político más importante de nuestro tiempo. Ya teníamos el eje clásico, las derechas y las izquierdas, claro; también el eje que va de lo políticamente correcto a la rebeldía, más desequilibrado que ninguno, pues sólo contesta Vox; y el eje nacional-nacionalista/globalista. A todos estos se suma con fuerza entre aplausos el eje de los trabajadores y las grandes masas honradas frente a las políticas identitarias y a la agenda de diseño del neopuritanismo progre. El tabú de que el voto trabajador era de izquierdas llevaba mucho tiempo tambaleándose. Parece que Madrid puede ser su tumba. Y sería un cambio decisivo.

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