1Conservadurismo. El nuevo Parlamento Europeo es más conservador que el anterior. Los partidos agrupados en el Partido Popular Europeo tendrán cien diputados más que los socialistas y socialdemócratas. El centro-derecha se ha impuesto en los países más importantes de la Unión Europea (Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, España). Ha fracasado la estrategia socialista de culpar de la crisis a las recetas del liberalismo. No es verdad que los electores hayan castigado sistemáticamente a los gobernantes (pierden Zapatero y Brown, pero ganan Sarkozy y Merkel). Más conservatismo: avanza en varias naciones la ultraderecha euroescéptica, eurófoba y xenófoba. La bajísima participación en la ex Europa Oriental cuestiona nuevamente una ampliación que causa numerosos problemas y no cuenta con respaldo popular.

2. Feudos intocables. Los feudos tradicionales de los grandes partidos se han comportado de manera muy distinta, y eso explica en parte los resultados. El PSOE ha ganado, en efecto, en Cataluña y Andalucía, pero con menos porcentaje de ventaja que el habitual y perjudicado por una notable abstención. Lo contrario que el Partido Popular: sigue barriendo en la Comunidad Valenciana y en Madrid, lo cual también tiene una lectura política. Son las dos comunidades donde el socialismo confiaba en rentabilizar el desgaste del PP por los escándalos de la trama de Correa (en los dos casos) y del espionaje interno (en Madrid). No ha habido tal desgaste, sino trece puntos de diferencia entre populares y socialistas. ¿Convalidan madrileños y valencianos la corrupción de sus dirigentes? Quizás es que no vean que lo de los trajes de Camps sea una conducta corrupta. Eso lo dirán los jueces.

3. El fenómeno Rosa Díez. El partido de la ex socialista (UPyD) ha logrado entrar en el Europarlamento con un candidato desconocido fuera de los círculos políticos y académicos. Consiguió 449.000 votos, 150.000 más que en las generales de 2008 con una participación electoral veinte puntos más baja que entonces, erigiéndose en la cuarta fuerza política de ámbito nacional, y tercera en 32 capitales de provincia, por encima de IU. Su éxito responde al hartazgo de los ciudadanos con los partidos tradicionales y a la propia indefinición ideológica, que lo hace atractivo para las clases medias urbanas y profesionales por su programa mínimo de regeneración de la vida política. Precisamente este carácter de receptor del desencanto ajeno le puede pasar factura en próximas contiendas electorales en las que necesitará líderes y candidatos más pegados al terreno. Es una necesaria corriente de aire fresco, insuficiente por sí sola para demoler un sistema de partidos construido durante treinta años. Un caso a seguir.

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