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Otra figura de la arquitectura jerezana del siglo XVIII poco apreciada es la del sevillano Ignacio Díaz de los Reyes. Y ello a pesar de estar estrechamente ligado a las dos más importantes construcciones de su época en la ciudad: la Catedral y el Sagrario de San Miguel. Su nombre ha quedado algo perdido dentro de la larga lista de arquitectos que intervienen en la entonces Colegial. Sin embargo, no jugó un papel menor en ella, ni mucho menos.

El primer templo de Jerez se vuelve a construir de nueva planta a partir de 1695. Pocos años después los trabajos se paralizan por falta de recursos. No será hasta 1715 cuando el cardenal Manuel Arias decida reanudar la edificación a sus expensas. Encargará la dirección al maestro mayor del arzobispado hispalense, Diego Antonio Díaz, pero debido a sus muchos compromisos éste termina delegando al año siguiente en su hermano. A partir de ese momento y hasta su muerte en 1748, la vida de Ignacio queda unida a esta iglesia. En este periodo se levantará buena parte de la misma. Y, aunque debió de basarse en el peculiar proyecto goticista de Diego Moreno Meléndez y, seguramente, en planos aportados por el propio Diego Antonio, pienso que Díaz de los Reyes dejaría también su huella. De manera especial, podría verse esto en el diseño final de las tres fachadas, la principal y las de la Visitación y la Encarnación. Por otro lado, no menos importante pudo ser su labor de enseñanza del oficio a una nueva generación de arquitectos locales. A su sombra y en el contexto de la obra de la Colegial surgirán personajes como José de Mendoza, Juan de Pina o Juan Ximénez Alejandro. Este último se encargará de materializar las trazas de su maestro para la capilla sacramental de San Miguel, una obra muy destacada del barroco andaluz. Sólo por ella, Ignacio Díaz merecería ser justamente recordado.

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