Mauricio Gil Cano

El arraigado vuelo de Carmen Ferrer

'Raíces y alas'. 'Raíces y alas'.

'Raíces y alas'.

Con el juanramoniano título de Raíces y alas (Jerez: Canto y Cuento, 2022), Carmen Ferrer (Jerez de la Frontera, 1963) ha reunido una serie de poemas que dan noble expresión a su voz íntima y tierna, que habla de sueños y recuerdos y tiembla emocionada de belleza. Como afirma en el poema que sirve de pórtico, "cuando quiero volar, despliego mis raíces". Precisamente 'Raíces' se denomina la primera parte del volumen. En ella recrea estampas del pasado, de la infancia marcada por la figura acogedora de su padre, cuyo fallecimiento deja "largas noches huérfanas" en "mi mundo roto"; o se apropia de los miedos de esa niña que fue su madre durante la oscura posguerra; o evoca lugares donde confesó deseos y ahuyentó fantasmas. Particularmente significativo, el poema 'De parto' se asoma a un tiempo donde todavía los niños nacían en las casas: "En otra habitación se prepara el milagro de la vida".

En el segundo apartado, 'Alas' recoge la fugacidad de todo: "nada es para siempre". El amor empapa estos versos, que se llenan de color y música: "me saludan mis hijos/ con sus manos menudas/ y giran sus sonrisas azules por la plaza". Ferrer hace memoria de las cosas importantes que alegran las horas y sonríe a la nostalgia con la audacia "de la niña rebelde que hay en mí". Resplandece un sutil sentido del humor y la ironía cuando sentencia: "Pensar en nada tiene efectos secundarios".

La tercera parte, 'Instrucciones de vuelo', va precedida por una cita de su admirado José Manuel Caballero Bonald: "Únicamente soy mi libertad y mis palabras". Carmen tuvo la oportunidad de frecuentar el trato del gran escritor jerezano durante los quince años que trabajó como administrativa en la Fundación homónima. En este último apartado reúne piezas que dedica a sus maestros y de invención varia, a menudo, con la precisión narrativa de un buen microrrelato: "A veces sueño/ que un apuesto dragón,/ valeroso y canalla,/ acude a rescatarme/ de este cuento infeliz". Tampoco podía faltar un canto a la libertad desde el confinamiento: "Nada late como antes".

Carmen Ferrer ha escrito un libro precioso. Ha encontrado el lenguaje cabal para plasmar sus inquietudes y anhelos, las imágenes que conmuevan al lector como un brote del alma. La autora da cabida a sus tristezas y alegrías, a sus temores, a sus ensueños y cavilaciones, en un conjunto limpio, lleno de bondad y traspasado de esperanza. Pero también anota el vértigo existencial ante su obra: "Después, en el silencio de mi alcoba,/ con el libro en mis manos pensaré:/ ¿y ahora qué?".

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