¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El autobús de la discordia

El debate español está saturado de penes, vulvas, blasfemias, plumas y metepatas

No sabemos si la transexualidad es un comportamiento natural o no, pero sí que es histórico. Recientemente hablábamos con la profesora Carmen Espejo sobre una monja de un convento de Úbeda a la que, en el siglo XVII, descargando unos sacos, "le salió la naturaleza de hombre". Travestis y transexuales -las diferencias las dejamos para los eruditos- siempre han existido y es normal que en una sociedad abierta como se supone que es la nuestra encuentren su acomodo y amparo. Sin embargo, también es importante proteger un bien elemental: la libertad de expresión. Nos referimos, claro está, a la polémica suscitada por el autobús fletado por la organización católica Hazte oír, cuyo lema Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen ha desatado una auténtica tormenta, la explosión final de una serie de tensiones que venían acumulándose en torno al pulso que mantienen algunos sectores del catolicismo y del colectivo LGTBI.

Ni entendemos ni compartimos la campaña iniciada por Hazte oír. La consideramos grosera y heredera de una concepción del catolicismo obsesionada con las partes bajas. Sin embargo, no vemos por ninguna parte la incitación al odio que muchos señalan en el desafortunado mensaje. Las cuestiones de género, guste o no, forman parte de un intenso debate filosófico y científico que se está desarrollando en la actualidad y, por tanto, las opiniones al respecto no se pueden perseguir a golpe de fiscales, jueces y guindillas. Cuando, además, uno de los denunciantes de la supuesta incitación al odio es un ayuntamiento que tiene en su cúpula a quien entró en una capilla universitaria al grito de "arderéis como en el 36", todo adquiere el tono de una de esas comedias malas del destape.

La polémica del autobús ha coincidido con la de la gala drag queen del Carnaval de las Palmas de Gran Canaria, una celebración de ínfimo nivel artístico en la que se hizo -con dinero público- cruel y hortera mofa de creencias que son sagradas para los católicos. Después llegó el obispo y su surrealista comparación entre esta mamarrachada con el accidente de Spanair, pero ya sabemos que los prelados tienen una capacidad de meter la pata tan grande como su magisterio. Definitivamente, el debate español está saturado de penes, vulvas, blasfemias, plumas y metepatas. Sobra mala uva, ordinariez y victimismo.

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