Una azotea de sueños

Puestos a apostar por proyectos serios, qué mejor que hacerlo por esta azotea del mejor azul de la ciudad

En el cuento La Última Hoja, del escritor americano William O. Henry, una niña yace enferma en la cama en un anodino piso del más inhóspito Nueva York, desde la que sólo acierta a ver por la ventana una triste yedra a la que el invierno amenaza con arrebatarle las pocas hojas que le van quedando. Cada día que pasa van cayendo las hojas mientras la niña va asimilando la decrepitud de la planta a la de su propia vida encerrada entre cuatro paredes sin luz ni aire, para desesperación de su madre. Al final del cuento, y gracias a la intervención prodigiosa del vecino más huraño de todo el edificio, habrá una última hoja que nunca caerá, lo que redundará en el final feliz de la historia con la curación de la niña enferma.

Me he acordado del precioso cuento de O. Henry cuando he tenido noticia del sitio conocido como La Azotea Azul, impulsado por unos amigos del colegio que han conocido a su pesar y con una entereza admirable los sótanos más oscuros de la vida, una última planta a modo de espacio abierto en el Hospital Virgen del Rocío para los más de cuatro mil niños que cada año pasan por sus impersonales instalaciones junto a sus padres y familias. Un ambicioso proyecto de más de cuatrocientos mil euros en que se han implicado, y de qué manera, arquitectos, economistas, psicólogos, sociólogos, artistas, profesionales destacados de la ciudad unidos para que esos niños que tienen que pasar largos períodos de tiempo allí sumen a la asistencia cualificada y nunca bien valorada de nuestros equipos médicos la alegría natural que proporcionan la luz, la vegetación y la fantasía del más entrañable circo.

En medio de la satisfacción que a nosotros como comunidad pueda generarnos una iniciativa como ésta, a mí me gustaría destacar aquí que todo esto es posible por la colaboración establecida vía convenio entre la sociedad civil, aquí representada a través de la fundación privada El Gancho Infantil, y la dirección del hospital dependiente de la Junta de Andalucía, y que tanto echamos de menos en otros ámbitos. Porque el respeto hacia lo público, en un estado social como el nuestro, nunca debe menospreciar la iniciativa privada de quien sólo busca mejorar la salud de los niños. Y porque, puestos a apostar por proyectos serios, qué mejor que hacerlo por los que, como esta azotea del mejor azul de la ciudad, están construidos por la materia de los sueños.

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